Ni alienta ni deprime. Quizá estimula. Pero la verdad sea dicha, que la economía ecuatoriana tenga un reto con la caída de los precios del petróleo es esa oportunidad para hacer otras cosas, corregir algunas otras y, por qué no, mirar el futuro sin esa confianza que da tener una entrada de dinero por un recurso inmediato y fresco.
A diferencia de quienes se regocijan con lo ocurrido, para nuestra sociedad también podría ser la gran ocasión para, por ejemplo, acentuar otros modos de movilización, rutinas y goces donde el uso de los combustibles es el ingrediente central, contaminante y antiecológico. De hecho, aquellas empresas y analistas que ahora se quejan (acolitadas por esos medios irreflexivos y parlantes) porque se redujo el cupo de importación de autos han pensado únicamente en el ingreso que ello les genera cada año y no el alimento que constituye para la congestión y la contaminación que nos enferma todos los días. ¿Qué dirán de ello aquellos conservacionistas que hacen campañas por la no explotación petrolera, pero se callan cuando hay miles de autos y máquinas contaminantes?
Conjugar las necesidades con la escasez de recursos quizá haya sido una de las mayores experiencias estimuladoras para los grandes líderes, sociedades, gobiernos y organizaciones a lo largo de la historia.
Y por lo mismo, cuando ocurren estos momentos en la historia, cuando los ingresos se reducen, también la política adquiere un sentido mucho más potente y acarrea a quienes en realidad creen en ella como una de las herramientas para afrontar la realidad con mucha inteligencia.
Ecuador ha sentado las bases para otro modo de administrar, incluso, la escasez de recursos. Se avanzó mucho en el cambio de la matriz productiva, pero falta mucho también. Y con eso, en la mente y en el sentimiento colectivo hay otro espíritu. Quizá es un ‘bache’ esto de los precios del petróleo, pero también debería ser esa pedagogía necesaria para entender que no podemos ni debemos depender ya del petróleo ni de nuestro modelo caduco de monoexportación.
Las nuevas generaciones tienen ya una tendencia marcada en todas las opciones académicas generadas: construir una sociedad del conocimiento para generar valor agregado a lo que ahora producimos y a todo lo que en adelante haremos en diversos campos.
Evidentemente en el terreno de la política habrá tensiones exacerbadas por aquellos actores y medios que ven en estas ocasiones la gran oportunidad para colocar sus tesis con puro afán proselitista. No veremos, para nada, el aporte necesario y cívico para encontrar y proponer soluciones a esos temas que genera la reducción de ingresos. Así como aquellos empresarios se quejan por no importar autos, también sería bueno que nos digan cómo la industria nacional puede resolver ese ‘grave problema económico’.