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El Telégrafo

Editorial

¿Dónde queda el sentido histórico del sindicalismo?

Editorial
03 de mayo de 2015

La celebración del Día del Trabajador tuvo un dato revelador: los sindicatos tradicionales perdieron el sentido histórico de sus obligaciones con la clase obrera. Si convocaron la marcha “contra el gobierno”, para “pedir la renuncia del cargo a Rafael Correa” y con el objetivo de hacer “un paro nacional el 20 de mayo”, sin ninguna consigna a favor de los derechos laborales reales y concretos, evidentemente hay algo que no cuadra en la lógica de sus postulados y en la sintonía con sus bases y allegados. Mucho más cuando en esas ‘insignes’ ‘demandas’ hay una agenda política que más dialoga con la de los grupos políticos que buscan la Presidencia en las elecciones de 2017.

Quizá por eso la pobre convocatoria, la escasa participación y el evidente desencanto de los medios privados que auparon la marcha, imaginando que verían a millones de personas en las calles, tal como sueñan en sus cálculos proselitistas desde hace ocho años, sin resultado positivo alguno.

Del otro lado, la Central Única de los Trabajadores (CUT) -de reciente creación, como una respuesta a un anhelo reiterado por los mismos dirigentes del Frente Unitario de Trabajadores (FUT) cuando actuaban bajo una agenda y unas banderas comprometidas con las causas de la izquierda- ha movilizado en todo el país a decenas de miles de personas con el solo argumento de defender las conquistas laborales implementadas por el actual Gobierno.

Tras el cierre de las marchas, el cálculo más conservador indica que la CUT movilizó alrededor de 300 mil personas en todo el país, mientras el FUT no pudo reunir ni la cuarta parte de esa cifra. Y sin embargo, hay un diario que dice todo lo contrario y dos más que evitan dar cifras, como sí lo hicieron en la marcha del 19 de marzo.

Más allá de eso, queda en evidencia que las demandas laborales de ahora están en el tapete de la discusión y en proceso de hacerse realidad, día a día, en una discusión democrática y en una aplicación concreta en las políticas públicas para beneficiar a las nuevas generaciones, así como para garantizar a las personas de la tercera edad, a los afiliados al Seguro Social, así como a quienes se acogen al Código del Trabajo, a los militares y policías, amas de casa y los migrantes en el mundo.

El movimiento obrero ecuatoriano, tal como se vio el viernes pasado, está sólido y vibrante, potente y creativo. Lástima que la dirigencia tradicional del FUT no sintonice con ese devenir histórico y no se ponga a la altura porque por tradición, trayectoria y consecuencia debió estar en la CUT y potenciar la agenda de transformación a favor del buen vivir general.

Es movimiento obrero requiere de la conjunción honesta, ética, política y revolucionaria de todos sus actores. Si la CUT es el espacio para ello, que también el FUT deje de lado los intereses proselitistas de quienes les financian y aúpan. El FUT debe recuperar su tradición de lucha, sobre la base de lo que hicieron y forjaron sus fundadores. Sobre todo para defender las enormes conquistas alcanzadas en estos ocho años y no tener que salir a las calles cuando regresen -si ocurriese- los ‘padres’ del feriado bancario y la tercerización. (O)

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