Muchas generaciones envidiarán, en el más sano sentido, lo que viven las actuales. La oportunidad de estudiar en universidades de excelencia, con financiamiento gubernamental, sin distinguir ni extracción de clase ni mucho menos con el típico ‘palanqueo’, constituye de sí un paso trascendental en la historia de la educación de nuestro país.
El que diez mil ecuatorianos estudien en el exterior, con todas las facilidades, es sembrar futuro, sin lugar a dudas. En otras palabras, ni siquiera en estos años se podrá verificar el enorme significado que adquiere un hecho de esta naturaleza. Esos profesionales que ahora se forjan aportarán a la continuidad del cambio que experimenta ya Ecuador.
Claro, hay una responsabilidad compartida y de eso están conscientes los estudiantes. Y eso conlleva una serie de acciones y tareas para con ellos mismos y su profesión. Lo de fondo: construir una sociedad democrática, inclusiva, equitativa, marcada solo por el esfuerzo ético y cívico de la ciudadanía.