Es un hecho que la pandemia del coronavirus cambió normas, costumbres, formas de convivencia. Las sociedad ya no son las mismas, a pesar de que se intenta recuperar de alguna forma la dinamización económica y productiva. El teletrabajo, las clases virtuales, el distanciamiento social son solo algunos ejemplos de cómo debemos aprender a continuar con nuestras actividades bajo nuevas formas de comportamiento.
Este feriado por el Día de Los Difuntos, tradicional en el mundo occidental, cientos de miles de personas tenían la costumbre de visitar a los cementerios y, según la cosmovisión de cada región o lugar, lo que primaba era visitar las tumbas de sus seres queridos convirtiéndose los camposantos en sitios de gran concurrencia. Este año, para precautelar la salud ante una pandemia que no da tregua, esta actividad no es posible.
Y no lo es porque el COE nacional, en prevención de un posible rebrote del coronavirus, sugirió a los municipios y gobiernos parroquiales el cierre de los cementerios, salvo en el caso obligado de un sepelio; de esta forma los COE la mayoría de los COE cantonales tomó la sugerencia y decidió que este feriado las visitas a los camposantos no serán factibles.
Este lunes 2 de noviembre será una conmemoración a los difuntos diferente, atípica, pero necesaria. La salud de los ecuatorianos está, de momento, por encima de cualquier tradición o costumbre. La disciplina obliga a tomar recaudos importantes para contribuir a que el coronavirus no recobre su fuerza; desde marzo pasado hasta ahora, las autoridades de salud, de Policía Nacional, Fuerzas Armadas e incluso autoridades cantonales han redoblado su trabajo para frenar la pandemia.
En tal virtud queda en nosotros, los ciudadanos contribuir para que esos esfuerzos no hayan sido inútiles; la colaboración y el respeto a las disposiciones son vitales para mantener a raya la pandemia. Entonces entendamos que la seguridad depende de cada uno de nosotros. (O)