No solo avergüenza, sino que además revela una doble conducta en quienes piden tolerancia, pero insultan e injurian a diestra y siniestra. Igual a todos aquellos que ahora hablan de paz y se pronuncian en contra del terrorismo mientras agreden a los adversarios políticos, llaman al linchamiento mediático y amenazan en la calle. La cultura de paz empieza por entender que en cada uno, en la familia y en las redes sociales, se debe fomentarla en cada frase, detalle, gesto, crítica y hasta animadversión.
No es posible pedir al resto tolerancia y respeto mientras se injuria, violenta y hasta amenaza de mil modos. Si América Latina se ha declarado territorio de paz, eso convoca a sus habitantes a una pedagogía diaria y cívica a favor de cimentar una cultura que destierre el odio y la violencia. Eso no quita que la confrontación sensata y política se desarrolle en términos de respeto. La historia está cargada de momentos tensos, pero no puede ser que los llamados a la paz vengan de quienes siembran odio. (O)