Las fiestas capitalinas nuevamente evidenciaron la irresponsabilidad de muchas personas al no respetar las medidas de bioseguridad. Según las cámaras de videovigilancia del ECU-911, del 4 al 7 de diciembre hubo una afluencia de 95.180 ciudadanos en espacios públicos, lo que significa un incremento del 57%, en relación a la semana del 27 al 30 de noviembre, que fue de 60.625
Pero esta falta de respeto hacia la vida propia y hacia la de los demás, se refleja en todo el país. Como el caso de ciudadanos que abordan los buses de transportación pública sin mascarilla y se enojan si quienes cobran el pasaje les exigen usarla.
La crisis sanitaria es global, con más de 60 millones de infectados, pero parece que hay una falta de comprensión o sensibilidad hacia el tema. Tampoco es el caso de que si ya le dio covid-19 y salió bien librado del virus está inmune.
Ya lo han dicho los expertos, que ni la vacuna pone fin a la pandemia, que hay que mantener las medidas de bioseguridad, una de ellas el distanciamiento social, lo que tampoco se respeta sobre todo en los comisariatos, donde los compradores ni siquiera están a un metro de distancia en las cajas donde van a pagar sus productos.
Regresemos la mirada, aunque resulte triste, a lo que sucedió entre marzo y abril en el país, en ciudades como Guayaquil y Quito, donde hubo más casos de infectados y más decesos.
Esta pandemia no es una cuestión pasajera, prácticamente hemos pasado un año en confinamiento, con miedo, porque nos enfrentamos a algo desconocido. Nos enfrentamos a un virus, donde recién Reino Unido tiene acceso a la vacuna, para inmunizar a sus ciudadanos.
Por respeto y por el amor a nuestros seres queridos y al prójimo, hay que mantener el lavado de manos, uso de alcohol, hidrogel, mascarilla, distanciamiento. Y si sale de casa que sea por alguna urgencia, algo de vital importancia, no a sitios donde hay aglomeraciones e irrespeto a las normas que nos pueden salvar la vida. (O)