La corrección de un error solo puede ser útil si no se lo vuelve a cometer y, al mismo tiempo, si la persona o entidad perjudicada recibe una disculpa. El sentido común se impone. Por eso es bienvenida la aclaración publicada ayer por diario El Universo sobre las declaraciones del presidente Rafael Correa, el 23 de abril último, las cuales fueron distorsionadas.
Pero esta aclaración viene cargada de una dosis de ironía: como la carta “recién llegó ayer (el martes), al mediodía ” pidiendo la corrección de esa afirmación del diario, la fe de erratas se presentó el miércoles.
Ese medio de comunicación publicó que el Mandatario había afirmado: “Habrá que enseñar quién manda en el país...
Yo soy el Presidente, tendrán que aprender a respetar...”. Lo cual, como lo reconoce el editor que escribe, no fue cierto.
Por responsabilidad periodística, El Universo y sus directivos no pudieron esperar un minuto. Sus lectores merecían tal aclaración para que no se tergiverse la verdad y menos se desinforme a las audiencias. Resulta hasta cómico y poco ético hacer una fe de erratas cuando la tergiversación puede provocar reacciones impredecibles en los lectores, muchos de los cuales pueden ser partidarios del propio Jefe de Estado; incluso en los adversarios, tras lo cual se escriben editoriales y hasta corrientes de opinión.
Diario El Universo sabe que una información sacada de contexto es una grave falta. ¿No ha sancionado este medio a sus periodistas cuando una información falsa afectó a cualquier empresa ligada, vinculada o cercana a los propietarios del periódico? Por lo mismo, una corrección a destiempo también revela que no hubo ningún interés de asumir el error y superarlo.
Pedir disculpas por el daño ocasionado y seguir en la misma conducta de dar por hecho lo que se interpreta desde la actoría política de oposición es una manera de tapar la falta.