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El Telégrafo

Contrastar para no meter las cuatro...

24 de abril de 2011

¿Cuál es la diferencia entre un editorialista y un reportero?, preguntan nuestros lectores. El primero es un experto en temas de su especialización, y también hay otros que son escribanos a sueldo, con amplia oficina para dedicarse a la defensa de los intereses corporativos de su empleador y de la democracia capitalista, que suelen esgrimir con pasión para venderla como única verdad.

El periodista, el que gasta la suela en el día a día, que gana lo básico, por lo general es un profesional en comunicación con nociones sobre los peligros de transgredir la ética informativa que determina la obligatoriedad de narrar los hechos tal y como ocurren, sin opinión. 

Todo esto tiene que ver con situaciones dignas de una clase magistral sobre lo que no se debe hacer: las comunicaciones robadas por WikiLeaks al servicio diplomático estadounidense las ha publicado un medio local como única y válida fuente, sin confrontarlas para saber si eran o no ciertas. La otra barbaridad es haber tomado el recurso del reportero de un diario popular que, ante la negativa de alguien para concederle una entrevista, publicó el espacio en blanco con la leyenda de “en este lugar debió ir fulano de tal”. Lo increíble es que en Guayaquil se lo haya esgrimido como una protesta contra la cuarta pregunta de la consulta popular y, según los profetas de la unilateralidad, en defensa de la libertad de prensa. El ego y la vanidad los ha convencido de que un respetable  sector de la población los lee. Y la última: la presunción de que el Presidente de la República había ordenado la detención de una dama riobambeña por manifestar su rechazo a la consulta popular. Los medios actuaron  como si estuvieran esperando el menor error del Jefe de Estado para magnificarlo sin contrastar. Sigmund Freud decía con sutileza:  “Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra, serlo”. Albert Einstein lo complementaba: “Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera”.

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