La capital de los ecuatorianos acaba de cumplir 480 años de fundación. Y los festejos, con la concurrencia de multitudes en los distintos eventos organizados, congestionan las calles como nunca antes, sembrando lentitud y desesperación, lo que obliga a pensar que la solución a los problemas del tránsito no puede esperar más y que la respuesta nacerá de mentes luminosas y no de apuestas políticas y calculadas.
Coincidentemente con las fiestas se hizo pública la propuesta del alcalde Mauricio Rodas al Gobierno central para financiar el proyecto del metro. Todos sabemos que el metro es una parte de la solución a los problemas del tránsito, pero hay dificultades incluso para encontrar la respuesta más ‘creativa’, con la urgencia que demanda la situación.
Y es que la salida global pasa por un sistema integral, de modo que no sería responsable esperar a que la construcción del metro termine, si se llegase a concretar, para concebir un buen plan. Al contrario, desde ahora pueden y deben implementarse medidas inteligentes.
En su momento el ‘Pico y placa’ alivió la situación, pero enseguida aparecieron nuevos vehículos en las horas de restricción.
Ahora el control se ha reducido y para evitar el incremento de las multas parece que hacerse de la vista gorda con la regulación es la norma.
Durante tres años se hicieron estudios que confirmaron la necesidad y la posibilidad -según las condiciones geográficas y de movilidad de Quito- de un metro bajo los costos dados y la cadena de obras y servicios concurrentes.
El presupuesto y el financiamiento quedaron fijados y la transición en la alcaldía supuso la continuidad porque la información estaba a la mano de los entonces candidatos.
La creatividad que hace falta para encontrar la solución al déficit en el financiamiento no puede esperar mucho tiempo porque mientras más días, semanas y meses pasen la obra encarecerá.
No hay vuelta que dar al tema: el metro es una solución importante y quizá con los años se convierta incluso en el propulsor que demande de los quiteños nuevas conductas alrededor del uso de los vehículos y de la misma movilidad.
El metro debe ser ese motor simbólico para afrontar un reto enorme y trascendental: mejorar la calidad de vida de los capitalinos. Y también un modelo para lo que ya ocurre en otras ciudades del país con el demencial crecimiento de vehículos, la congestión y la consecuente contaminación.
Si hace falta discutir y reflexionar colectivamente, con el aporte y la contribución de especialistas, ciudadanos de a pie y las mismas autoridades, es hora de hacerlo, convirtiendo el tema en una tarea cívica que conlleve plena participación. Sin duda, en la medida en que se encuentren colectivamente soluciones de fondo surgirán otros patrones de movilidad humana y solidaria.
“El presupuesto y el financiamiento quedaron fijados y la transición en la alcaldía supuso la continuidad porque la información estaba a la mano de los entonces candidatos...”.
“El metro es una solución importante y quizá con los años se convierta en el propulsor que demande de los quiteños nuevas conductas alrededor del uso de los vehículos...”.