Han ganado mucha plata y acusan al Gobierno de comunista. Lucen sus mejores prendas y hablan de un supuesto empobrecimiento. Son los mismos que en 1999 movilizaron a ciertas autoridades porque no querían que sus bancos sean cerrados, intervenidos o, por lo menos, regulados por el Estado tras el uso indebido del dinero de los ahorristas. En definitiva, son todos aquellos que sienten que su riqueza es intocable, por más que se la construya en un marco social de desigualdades, inequidades y pobreza.
Ahora ya no piden diálogo y mucho menos un debate abierto y frontal para revisar sus tesis, ganancias o privilegios. Exigen, con dos alcaldes como sus grandes acólitos, archivar los proyectos de ley sobre los impuestos a las herencias y de la regulación de las plusvalías.
Entonces nacen las preguntas de fondo para transformar esta sociedad inequitativa y desigual: ¿Cómo se distribuye la riqueza? ¿No quieren impuestos, pero desean trabajadores bien preparados, bien comidos y con derechos? ¿Y para sostener esa riqueza no hacen falta recursos estatales para la creación de infraestructura productiva, para el desarrollo del turismo y la seguridad para todos los ricos, pobres y extranjeros que nos visitan? ¿Cuál es la fórmula con la que se redistribuye la riqueza?
La lógica política indica que buena parte de nuestros mayores y estructurales problemas sociales están dados por el modelo económico que impulsaron y defendieron quienes ahora se quejan de los impuestos. Incluso, en gran medida, la crisis financiera y bancaria llevó al Ecuador de este siglo a una situación crítica que hasta ahora no se puede superar porque el rezago de las deudas está ahí latente.
Las élites económicas ecuatorianas, además de eso, nos quieren hacer sentir culpables de su situación, de su supuesto empobrecimiento. Por lo visto, nos involucran en el drama del que es culpable un modelo político que intenta redistribuir la riqueza, acabar con esa brecha enorme entre ricos y pobres, para construir una sociedad de propietarios y no solo de grupos minúsculos de empresarios y una gran masa de empleados y desempleados. Para ello aluden a valores como la familia y la heredad y olvidan que si hubiesen pensado en las familias no tendríamos esa masa de exiliados que provocó el feriado bancario y la crisis financiera de la década del noventa.
Por ahora, además, el tema pasa porque en realidad lo que quieren es recuperar el Estado para volver a ese modelo que ya fracasó y por el que los ecuatorianos votaron más de diez veces para cambiarlo. No hay duda alguna de que la campaña presidencial arrancó para retomar el poder político en 2017 y utilizan estas leyes como su bandera, así como hicieron con la Ley de Régimen Monetario y Financiero, cuando exigían al entonces presidente Sixto Durán-Ballén su aprobación inmediata. (O)
