La tuberculosis, esa perniciosa enfermedad infectocontagiosa ligada a la pobreza, tiene en las condiciones precarias, a las que fueron sometidos los sectores más débiles del país, un aliado que facilita la germinación de cepas bacterianas resistentes a los tratamientos convencionales que van liquidando las defensas del organismo.
El pasado 24 de marzo, Día Mundial de la Tuberculosis, este diario publicó una investigación sobre el tema, cuyas cifras fueron reveladoras: el mayor porcentaje de contagiados se encuentra en Guayaquil, con un incremento del 10% anual.
Esta alarmante cifra se suma a la tercera parte de la población mundial infectada con el agente causal de la tisis, que es como se conoce también a la enfermedad. De ahí que la principal causa de muerte por el agente patógeno constituya el 8% del total de las defunciones y millones de nuevos casos en los países en vías de desarrollo.
¿Y por qué se concentra el mal en esta parte de la miseria global? De acuerdo a los especialistas, por el nivel de resistencia de las bacterias a los antibióticos, por el mal uso de los medicamentos y por el abandono del largo tratamiento.
Estos antecedentes, además del alto costo de su curación y la importancia de detectarla a tiempo, han dinamizado las acciones del Ministerio de Inclusión Económica y Social del Gobierno que, sin proponérselo, ha posicionado a Ecuador como el único país que entrega un bono mensual de $ 250 y una canasta de alimentos básicos a los pacientes multidrogorresistentes, con la finalidad de motivarlos a no descuidar el tratamiento.
A los pacientes y sus familiares se les ha informado que tienen a su disposición una red eficiente de laboratorios para el diagnóstico y control, de manera que el lema del Ministerio de Salud en la ceremonia conmemorativa, realizada a nivel nacional el mes pasado, “Por un Ecuador Libre de Tuberculosis...La tuberculosis se cura…”, se interiorice entre nosotros y nos convenzamos de que la enfermedad no es mortal, pero debe ser tratada a tiempo.