Los resultados de la consulta popular, que se van consolidando, han sido interpretados por algunos actores políticos como la ocasión para hacer cambios y rectificaciones en la conducción política del país. Correcto. Se hacen necesarios y urgentes.
En lo fundamental hay que evaluar la relación con el movimiento indígena y revisar hasta dónde las políticas públicas con las comunidades de la Sierra centro han sido las correctas o si el resultado electoral desfavorable muestra un
descontento con lo que ahí se ha hecho.
Y más allá de eso, los cambios no pueden ser asumidos como concesión, sino para afirmar el proceso de transformación en sus líneas fundamentales: el cambio de la estructura de poder, las relaciones económicas, la lucha contra la corrupción y para acabar con la pobreza.
En ese línea es posible todo diálogo, pero si es para recuperar canonjías, volver a las prácticas clientelares o chantajes con los grupos de presión, no tiene sentido.
El Presidente de la República anunció ayer algunos cambios de ministros. Como potestad exclusiva del Primer Mandatario está su determinación personal. Lo que pueda hacer en el futuro debe ser para configurar un mensaje político colectivo: el mandato popular del pasado 7 de mayo debe concretarse con una gestión pública eficiente, rápida, transparente, de modo que la voluntad popular sea aplicada con responsabilidad, particularmente en el terreno de la justicia, donde hay una deuda histórica.
Y también es importante un cambio desde la oposición: no se puede hacer política desde la ofensa y personalizando la disputa.
Respeto, diálogo, propuesta, soluciones y armonía para sacar al país de sus problemas, con eso ya es bastante.
En la Asamblea, la oposición debe colaborar para hacer las leyes que devienen de la consulta y no puede encerrarse en las prácticas tradicionales de bloqueo y show mediático.