Ataque al corazón de la democracia
Ayer ocurrió algo inimaginable en el Congreso de Estados Unidos, en Washington D.C. Una turba de seguidores del presidente saliente, Donald Trump, que no acepta su derrota, irrumpió e ingresó en el centro de la democracia del país del norte.
En el Capitolio estaban los integrantes del Senado y de la Cámara de Representantes para certificar los resultados del Colegio Electoral de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre 2020, que le dieron el triunfo a Joe Biden, del partido Demócrata.
La victoria del que fuera vicepresidente de Barack Obama nunca ha sido aceptada por el republicano Trump, quien insiste en hablar de un “fraude electoral”, aunque no existen pruebas de ello, o de teorías de la conspiración, que son parecidas a las del expresidente Rafael Correa.
En Estados Unidos es habitual que un presidente de la República se reelija para un segundo período, pero en este caso el mandatario saliente perdió y quedó fuera de la Casa Blanca.
Ese asalto al Capitolio dejó cuatro muertos, 14 heridos y 52 detenidos que enfrentarán cargos de uno hasta 10 años de prisión por delitos graves. También la policía confiscó armas, mientras el FBI desactivó dos bombas en las inmediaciones del Congreso.
El presidente entrante dijo que se trató de una insurrección y advirtió que la democracia está bajo un ataque sin precedentes.
Ni siquiera el vicepresidente saliente, Mike Pence, apoyó a Trump en esta ocasión y calificó de intolerable el asalto. Él estaba en el Congreso porque debía presidir la certificación del triunfo de Biden.
El expresidente también republicano, George W. Bush, denunció a los seguidores del mandatario saliente y a los políticos que los incitaron. Fue lapidario: Así es como se disputan los resultados de las “elecciones en repúblicas bananeras”, no en repúblicas democráticas. (O)