Con mucha pena hemos visto durante años que los muros de casas y plazas de las grandes y pequeñas ciudades de Ecuador se llenaban de pinturas improvisadas y carteles de mal gusto. La falta de educación o la inconformidad con los males que aquejan a la sociedad parecen ser el detonante de un fenómeno que desdice del buen arte y que en nada contribuye al desarrollo de la cultura.
Para contrarrestar esa práctica que maltrata la propiedad social y crea un feo ambiente, grupos de artistas emergentes han puesto manos a la obra. La iniciativa tuvo en Quito el fin de semana último un claro ejemplo de lo que se logra cuando se piensa en el bien social y se encauzan las motivaciones artísticas de forma ordenada y técnica.
De la acogida que tuvo la convocatoria del Tandana Fest-Festival de Biomurales, en el emblemático Mirador de Guápulo de Quito, habla por sí solo el público que se dio cita para contemplar la creación de murales como un espacio de diálogo entre una visión ecológica y social.
En un ambiente de feria, pues también se promovió el consumo consciente de alimentos naturales, la población contempló el accionar de artistas emergentes que pintaron sus murales con obras que reflejan reivindicaciones de derechos y la importancia de la conservación de las especies, así como el apoyo a los grupos sociales en estado de vulnerabilidad.
Los participantes esta vez tuvieron un espacio para pintar en la calle Francisco Compte, pero la experiencia puede ser ampliada a otras zonas de la capital ecuatoriana, necesitadas de una rehabilitación urbana. La ONG Tandana, organizadora de esta iniciativa, ha llamado a los propietarios de viviendas para que presten sus paredes para realizar estos murales.
Válida esta invitación para personas motivadas a hacer un arte diferente que se relaciona especialmente con la naturaleza. El arte en el espacio público es otra forma de transmitir un mensaje y que el espectador no se quede con la experiencia visual sino que reflexione, busque información y actúe. (O)