Este año que inicia, sin duda, como todos los años, está cargado de esperanza, de sueños, de metas, de las ganas de hacer mejor las cosas, de ser mejores seres humanos, de planes, proyectos, pero también de incertidumbre.
En la Asamblea Nacional hay leyes prioritarias por aprobar; los ministerios requieren de su presupuesto para ejecutar planes integrales enfocados en beneficio del ciudadano y su desarrollo.
Falta potenciar la asistencia a aquellas personas que son presa de las drogas, que han caído en la indigencia, en actos delictivos para saciar esa “necesidad” de consumir. Y esta asistencia debe ser integral pues no solo la persona afectada requiere de ayuda, sino su familia.
Como sociedad también hay que tener una mirada retrospectiva y saber a conciencia en qué fallamos y cómo podemos mejorar. No se puede naturalizar la violencia en ninguna de sus formas contra nadie y, menos aún, contra seres vulnerables, como son los niños, personas de la tercera edad, personas con discapacidad.
Y en esa vulnerabilidad también entran los animales, especialmente los domésticos. No es posible que existan familias que tengan mascotas y que cuando se aburren de ellas o estas enferman, las desechen como si fueran basura. ¿A qué clase de sociedad sin sentimientos y sensibilidad estamos mutando?
Dar la mano a quien lo necesita no requiere de registros, de publicaciones en redes sociales para que los demás sepan que se dio o donó algo que quizás no le hacía falta o le sobraba, a determinadas personas o grupos. Lo más loable es dar de lo poco que se tiene, sabiendo que serás una luz en medio de la oscuridad.
Iniciar un nuevo año siempre invita a replantearse todo lo que se hizo en el anterior. A replantearse la vida misma y buscar nuevos objetivos enmarcados en sí mismo y también en el prójimo; es expandir nuestra visión a un ángulo de 360 grados. No cerremos ese lente. (O)