La inmediatez de las relaciones humanas prioriza lo urgente frente a lo importante
El mundo está acelerado. Las relaciones personales y sociales son cada vez más cortas. El sistema en el que nos desenvolvemos exige que seamos más rápidos y eficientes en cada acción de nuestra cotidianidad. El tiempo libre que tenemos para realizar actividades por fuera de la lógica productiva, es mínimo. Hemos intercambiado el placer por la eficacia.
Tal vez, la idea más comentada al respecto de este nuevo síntoma (y la que ocupa la mayor parte de su análisis) es la del filósofo polaco Zygmunt Bauman, en tanto señala que el mundo está en un estado “líquido”, en el que nada parece estar fijo o estable. Esta “liquidez”, que es asociada a la inmediatez de las relaciones humanas, se manifiesta como producto de los cambios incesantes de la tecnología y de los devoradores modos de producción y consumo. Al respecto, Bauman señalaba que: “Es menos probable que uno lea un libro por placer, dibuje, se asome a la ventana e imagine mundos distintos de los propios…
Es menos probable que uno se comunique con la gente real del entorno inmediato. ¿Quién quiere hablar con sus familiares si tiene a los amigos a un clic de distancia?”.
Y claro, hemos desplazado el contacto real y corporal con nuestros amigos y familiares, donde una buena charla profundizaba aún más los lazos humanos de fraternidad, por una pantalla plana que inclusive nos entorpece la vista. Y qué decir sobre el tiempo destinado al cine, al teatro, a disfrutar del espacio público o a la lectura. Leer una refrescante novela de 200 páginas resulta, en los actuales momentos, un esfuerzo adicional que muchos no están dispuestos a asumir, pese a que tengan la intención de hacerlo. De alguna manera nos hemos convertido en cuerpos eminentemente productivos.
“Hay que ser más hedonistas”, gritaba Zizek en nuestra última edición. “El problema es que no nos centramos en lo que realmente nos satisface. Estamos atrapados en una competición malsana, una red absurda de comparaciones con los demás. No prestamos suficiente atención a lo que nos hace sentir bien porque estamos obsesionados midiendo si tenemos más o menos placer que el resto”, apuntaba el filósofo esloveno.
Así, en un universo que transita con celeridad sobre nuestras vidas (y viceversa), donde muchas veces pensamos, actuamos y sentimos, sin pensar, sin actuar y sin sentir, urge la necesidad de rever lo que pasa a nuestro alrededor. Que no nos vaya a pasar lo que denunciaba una particular caricatura argentina: “Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante”.