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El Telégrafo

Guayaquil, ese escenario potente para la creatividad

Guayaquil, ese escenario potente para la creatividad
07 de octubre de 2013 - 00:00

En Guayaquil el arte circula por varios flujos. Lo había notado Ramón Barranco, director artístico del Teatro Sánchez Aguilar, cuando hizo un sondeo en busca de lo qué pasaba en el plano cultural en la ciudad. Y halló que, por ejemplo, en los años setenta, había compañías teatrales de Europa que encallaban en el puerto y hacían sus presentaciones y planteaban nexos con las compañías locales que existían en la época. Y, para ligarse a la coyuntura periodística, el Día del Pasillo, celebrado el 1 de octubre, es en honor al genio y figura de la canción ecuatoriana: Julio Jaramillo, un artista propio de Guayaquil. Pero, treinta años acá, Guayaquil experimentó una especie de oscurantismo, no en la creación, sino en la gestión pública de la cultura. La ausencia de una política cultural propiciada por la autoridad cantonal arreció con las posibilidades de representación que tienen grupos de teatro, danza, música, y un largo etcétera. Los pocos espacios que existían sirvieron de poco y el debate no se produjo con contundencia. Y esto fue en cadena porque ni la academia se hizo cargo de esos espacios. No obstante, hace poco tiempo, una especie de ínsula artística creció y gestionó a cuenta propia, quizá absorbiendo fondos económicos de una creciente y reciente oferta pública (Gobierno y Municipio) de patrocinios o, quizá, escarbando en apoyos de la empresa privada. Y por ello hoy hay festivales como Un cerro de cuentos, que cumplió recientemente su décima edición o, Fragmentos de Junio, por mencionar algunos. También vale destacar las obras de teatro que se gestan por compañías como Daemon, Azamont, Muégano, La cuarta pared, Arawa, entre otros. O quizá los artistas contemporáneos que ha formado el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE) en los últimos 10 años. Una especie de letargo cultural se termina y, así, en este contexto, se vislumbra un movimiento cultural fulgurante como el de los años setenta para un nuevo siglo cargado de nuevos significados.

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