Faber Castell convirtió al lápiz en un ‘compañero para toda la vida’
La fábrica alemana de útiles escolares es una de las más antiguas (fundada en 1761) y exitosas del mundo. Nació en una carpintería de gabinetes en Stein, cerca de Núrember, con Kaspar Faber, quien producía lápices en su tiempo libre hasta que emprendió el negocio.
Tras su muerte, su hijo Anton tomó las riendas y compró un terreno donde montó la fábrica. Hoy esa sigue siendo la casa matriz de A. W. Faber-Castell. Después asumió su único hijo, Georg Leonhard, quien debido a dificultades políticas y económicas no pudo evitar el desplome, además de que en Francia mejoraron la elaboración de minas y los lápices ingleses usaban un fino grafito.
Entonces envió a sus hijos, Lothar y Johann, a Londres y París, y con esa experiencia el primero de los hermanos con 22 años desarrolló ideas que elevaron a la fábrica en Stein al rango de una compañía internacional.
Modernizó la producción y aseguró materias primas de calidad e impulsó el comercio con una línea exclusiva de productos grabándoles “A.W.Faber”. Construyó nuevos edificios para mejorar las condiciones de trabajo.
Y en el centésimo aniversario de la empresa, Lothar diversificó el negocio con una fábrica para producir pizarras de escuelas en Geroldsgrün, dando empleo a muchas personas. Más tarde, esa fábrica produjo las famosas reglas de cálculo.
El comercio y el tráfico de mercaderías era cada vez más difícil en la Guerra Civil en Estados Unidos (1861-1865), entonces abrieron una fábrica en Brooklyn a cargo de su hermano, pero años más tarde se convirtió en una empresa independiente.
En 1870 la empresa A. W. Faber fue registrada en Estados Unidos, siendo la marca más antigua en ese país. Después se registró en Rusia, Gran Bretaña, Italia, Francia y España. Y tras su muerte, en 1896, su viuda Ottilie se hizo cargo de la compañía.
En 1903, el esposo de su nieta Ottilie von Faber, (1877–1944), el Conde Alexander zu Castell asumió el liderazgo y le dio una imagen más moderna con el famoso lápiz verde ‘Castel 9000’ con el logotipo de los caballeros en justa. El nombre de la empresa cambió a A. W. Faber-Castell.
El proceso de manufactura incluía una variedad de lápices diferentes y evolucionaron hacia los policromos disponibles en 60 tonos similares a las acuarelas estándares. Para 1911 tenían 400 trabajadores y unos 100 mil clientes regulares en todo el mundo.
Empresa con compromiso social
Con la I Guerra Mundial las subsidiarias norteamericanas fueron vendidas y recién en 1994 recuperaron sus derechos de marca en Estados Unidos y Canadá. Adquirieron fábricas y abrieron subsidiarias en Francia, Australia, Austria, Argentina y Perú (1965). Desarrollaron el bolígrafo (“ball pen”) publicitándolo con imágenes muy coloridas. En enero de 2016 falleció Anton Wolfgang Faber-Castell, líder de la compañía desde l978 y octava generación de la familia.
Su compromiso fue prohibir el trabajo infantil, la igualdad de oportunidades y de trato para los empleados, garantizar un trabajo digno y el pago de sueldos adecuados. E inició programas de capacitación y alfabetización gratuitos para sus colaboradores.
Con ellos mantuvo un programa de voluntariado que, desde 2001, se ejecuta en Brasil para la construcción y saneamiento de escuelas y orfanatos. En Brasil y Colombia también financia programas de reforestación y protección de bosques, con lo cual invierte en restauración ecológica y asegura madera de calidad para la fabricación de sus lápices.
El conde Anton comenzó a producir lápices para la industria cosmética y abrió subsidiarias en Malasia (1978) para fabricar gomas de borrar; Hong Kong (1979); Indonesia (1990); un centro de logística en la República Checa (1996); es socio de Tecnacril, un fabricante de instrumentos de dibujo técnico en Colombia (1997); y abrió un centro de fabricación y empaquetado en Cantón, China (2001), la 15º planta de Faber-Castell.
Anton se propuso convertir un simple lápiz en “un acompañante para la vida”. Ahora su esposa Mary y su hijo mayor Charles lideran la empresa. (I)