Agua limpia para poblados de bajos recursos, la meta de filtros horeb
Hace 10 años un grupo de misioneros evangélicos reunidos en Pifo, una parroquia rural del nororiente de Quito se propuso mejorar la calidad del agua para consumo humano por su impacto en la prevención de enfermedades.
Entonces conocieron de un filtro ecológico desarrollado en Guatemala por Fernando Mazariegos en 1982 y que se popularizó por su efectividad y bajo costo, haciéndolo accesible para las familias de escasos recursos.
En Ecuador el desarrollo de la fórmula tomó 2 años hasta hallar en el país los insumos necesarios nacionales, cuenta Ramiro Báez, gerente general de Filtros Horeb.
Las investigaciones determinaron que había un tipo de arcilla extraído de Napo que, combinado con aserrín y agua, formaban una pasta moldeable que, al cocerla a altas temperaturas y bañarla con dosis precisas de plata coloidal (una sustancia más efectiva que el cloro), permitía filtrar cualquier tipo de agua y dejarla libre de bacterias y parásitos.
Un proceso artesanal
La fabricación de cada filtro puede tomar hasta 15 días, según las condiciones climáticas, e inicia con la refinación de la arcilla y el aserrín. Una vez hecha la pasta, esta se coloca en moldes y con una prensa manual toman la forma de un balde. Después de 2 días se desmontan y se dejan secar al aire libre.
Cuando están completamente secos, los filtros de barro ingresan a un horno a altas temperatura durante 8 horas y se dejan enfriar por varios días, pues el contacto con el aire frío del ambiente podría trizarlos. La clave está en que el aserrín sometido a altas temperaturas se convierta en carbón activado, una sustancia indispensable en cualquier filtro.
Posteriormente se comprueba que no haya fisuras y se baña con la plata coloidal para el realizar el primer control de calidad: filtrar 2,5 litros de agua en una hora. “Si se supera esa cantidad quiere decir que el filtrado no fue exitoso, pues una hora es el tiempo que se requiere para que el agua pase por las paredes de barro y el contacto con la plata coloidal para estar totalmente pura”, indica Rafael Olalla, responsable de la fabricación.
El control de calidad es riguroso y los filtros que incumplen la norma son desechados. Eso les ha permitido contar con certificaciones del Instituto Leopoldo Izquieta Pérez y patentar la fórmula.
Entidades como la Cruz Roja, World Vision, Compassion International sometieron los filtros a pruebas y compraron en grandes cantidades para donación. Así el filtro ha llegado desde Imbabura hasta Loja, en la Sierra, y desde Esmeraldas hasta Guayas en la Costa. Y tras el terremoto del 16 de abril de 2016 la demanda del filtro creció para las zonas afectadas por su bajo costo y rendimiento: 8 litros al día por un año.
El producto incluye el filtro de barro, un envase plástico con tapa y un dispensador plástico por un valor de $ 40, y están disponibles a través del portal www.filtroshorebecuador.com. Actualmente la empresa trabaja en otro filtro y en una presentación para los hogares. (I)
Algo más
Un proyecto comunitario
La fábrica de los filtros está en Pifo, una localidad rural donde persisten las dificultades por acceder a agua limpia. Actualmente las escuelas de la zona usan los filtros para el consumo de los niños en las aulas.
Una nueva investigación
Después de corroborar la efectividad del filtro ecológico, investigadores de la Universidad de las Américas se interesaron por el proyecto y están desarrollando una mejora que también permitiría filtrar virus del agua.
Una misión social
La inserción del filtro en el mercado local se ha dificultado por la exigencia del público de un producto más estético para el hogar, sin embargo, su misión es llegar a las familias más pobres. (I)