Osvaldo lleva el apellido de una de las más famosas escuderías de Fórmula 1 del mundo: Ferrari. Desde hace seis meses se convirtió en un “cavallino rampante” por las carreteras del continente y planea cubrir 40.000 kilómetros desde México hasta Argentina, ida y vuelta.

La idea surgió hace 10 años, cuando departía con un grupo de amigos y “de la nada” pensó en recorrer el continente en ese medio de transporte. Pero luego de ir madurando  su objetivo, decidió hacerlo por una causa: recaudar fondos para la creación de una ecoescuela en suelo indígena Maya.

Llegó a Quito y tuvo que quedarse en la capital por unos días, pues se lesionó. El sufrir de tendinitis lo obligó a descansar para retomar su ruta y cumplir su meta. Hasta hoy lleva seis meses en su travesía, desde que salió de México D.F. el 24 de octubre del año pasado.

En el inicio de su recorrido hasta ahora ha tenido que enfrentarse a climas distintos, pasando por tropicales, y fríos  de altura. “Hay que estar preparado para todo; no es un juego de niños. Cada día es un reto y hay que tener energías para superar cada etapa que planteamos”.

Él estima que está a bordo de su bicicleta hasta 14 horas diarias, en algunas ocasiones, lo que significa un recorrido de 200 km. Aunque también existen otros tramos más cortos, eso no significa que sean menos demandantes. Su familia lo tachó de “vago, irresponsable, suicida y loco”, cuando le comentó el proyecto hace 6 meses; ahora, son ellos los que más respaldo le dan en los tiempos adversos.  

“Todos los días hablo con mis seres queridos y hay ocasiones en las que le digo a mi mamá: ‘No puedo más, estoy cansado’. Ella me responde: ‘No vuelvas. ¡Ahora te vas hasta abajo (Argentina)!’ Es una motivación extra cuando converso con ellos”. En un inicio, después de dejar Quito, tenía previsto ir por la Costa, pero en último momento decidió transitar por la serranía y ver de cerca el Cotopaxi y el Chimborazo.

Es fotógrafo de profesión, por lo que se da modos para graficar cada punto de su camino y tener un archivo para que su travesía esté documentada. Ferrari lleva consigo una laptop y cada vez que dispone de Internet actualiza la página de la fundación con fotografías y una especie de diario.

“Es increíble cómo la altura te afecta al rendimiento y eso que solo subí a 3.510 metros. Mis piernas se sentían débiles, mi ‘bici’ pesaba una tonelada y hacia un mendigo frío pa’ meterse a la fogata ja, ja, ja”, escribió después de pasar por Latacunga.

Aparte de un par de pequeños problemas mecánicos, Osvaldo no tuvo grandes inconvenientes. Sin embargo, aseguró que la parte más complicada ha sido pasar por los límites de cada país.

“Llegar a la frontera y hacer todo el trámite en las oficinas, que se demora por la burocracia, complica siempre, pero hay que hacerlo y poner la mejor cara”.

Después de su familia, extraña también la comida de su país, sobre todo el chile. No obstante, se adapta a la comida típica de cada nación sin reparos. En Ecuador probó el cuy y no le gustó, pero se lo comió porque tenía hambre.

En Quito se juntó con los deportistas de la ciudad y le dieron posada en la Casa del Ciclista. Días después se enteró de la muerte de la ciclista local Salomé Reyes, quien falleció atropellada por un bus, mientras pedaleaba y se solidarizó por la partida de la deportista.

Por estos días aún recorre Ecuador rumbo al sur para salir hacia Perú y continuar con su trayecto. La serranía ecuatoriana se ha convertido en un sector complicado por el frío, pero reporta constantemente su fascinación por los paisajes que se va encontrando en el recorrido. Todavía le queda mucho camino por recorrer, su misión es su tanque de energía.