Ecuador apunta a revalidar su título
El sol irrumpe en el agua cristalina como un intruso y la corta creando un prisma natural, cuyos rayos se hunden en las profundidades de la pileta en diferentes direcciones, emulando el ambiente de un acuario artificial, donde los peces no tienen escamas, son humanos.
El ligero sonido que dejan sus monoaletas (aletas en las que se colocan los dos pies juntos) al deslizarse, es lo único que escuchan dentro del mundo subacuático los 8 apneístas (buzos a pulmón) que conforman la selección de esta disciplina, que se sumergen todas las mañanas en la piscina Olímpica, para entrenar.
El agua ha marcado la vida de cada uno de estos submarinistas, que desde hoy hasta el lunes compiten en el Panamericano de Actividades Subacuáticas en Cali, Colombia.
Roberto García encontró en el agua su “salvación” en tres ocasiones. Cuando era pequeño aprendió a nadar con su padre del mismo nombre y continuó desarrollándose en ese deporte hasta que llegó al colegio. Mientras estudiaba en la ANAI, lo hizo bajo la dirección de Winston Hernández.
A los 14 años tuvo su segundo contacto con el agua, de una manera divina: un grupo de mormones tocó la puerta de su hogar y quedó tan convencido con la palabra que decidió bautizarse, es más, toda su familia lo hizo.
En la historia de las religiones, el agua es vista como un signo de purificación. Juan Bautista solo concedía el sacramento del bautismo a aquellos que aceptaban la predicación como cambio de vida.
“Primero fue mi prima, después mi bisabuela y yo lo hice junto a mi mamá (Gina Quito), pues tenía que esperar a que ella regresara de Portoviejo, ya que es doctora”, cuenta el apneísta que participará en tres modalidades en Cali: dinámica con y sin equipos, además de estática.
Roberto, quien actualmente se gana la vida como profesor de natación, asegura que recibió un llamado y durante dos años realizó una misión: llevó la Palabra a un conflictivo país centroamericano, El Salvador.
“Yo estuve allá en 2008 y 2009 y fue una de mis mejores experiencias; allá sentí algo inexplicable”, revela el deportista de 24 años, quien ayudaba con el sacate (forraje para darle de comer a las vacas) a las personas que lo necesitaban al este de ese país, pues su misión se desarrolló en el campo.
Pero el hecho que más lo marcó en su estadía en esa nación fue el contacto con las maras. “Son como las pandillas, personas que tienen tatuado todo el cuerpo, gente que es bien difícil que se pueda arrepentir, porque ha cometido muchos crímenes y tiene que pagar por lo que hace. Son duros de corazón, no quieren arrepentirse, ni pagar la condena que deberían”, dice para luego revelar una de sus más fuertes experiencias con ese grupo.
“Me quedaba sorprendido, porque mataban a gente sin piedad. Una vez, uno de ellos me contó que era sicario en EE.UU. Iba a los departamentos de las personas y les decía: Ponte la almohada en la cabeza, tú sabes a lo que vengo. Esa gente le rogaba y él les respondía: Es mi trabajo, tengo que hacerlo. Es que en ese mundo, o era él, o era el otro”.
Tiene un hijo pequeño de tres años y siete meses, que tiene un nombre bíblico, se llama Josías. “Todo lo que hago lo realizo pensando en él, incluso la apnea”.
Roberto estuvo 5 años sin tener contacto con el agua, pero entonces recibió la invitación de Ana Párraga, una compañera de aula en la carrera de Educación Física, quien también integra la delegación.
Así tuvo su tercer acercamiento al agua, pues volvió a las piletas. Cuando Roberto bucea canta, mentalmente, al superar los 50 metros de dinámica con equipos (modalidad que consiste en desplazarse la mayor distancia posible con solo el aire que se pueda contener en los pulmones y estómago usando una monoaleta)... “Como yo os he amado, amad a otros, un muevo mandamiento... amad a otros, por eso sabréis que son discípulos míos, si os amáis los unos a los otros...”. (Jn 13,34-35)
Otra de las integrantes que canta alabanzas es Jennifer Reyes-Prieto, quien en el pasado, asimismo, fue nadadora. Lo hace mientras su padre, William, la lleva todos los días a su entrenamiento. De ganar una medalla, pues se tiene fe en desplazamiento sin equipo (pecho), espera dedicársela a su hija Danna, quien estará a cargo de sus abuelos mientras ella compite.
El agua también ocupa un capítulo importante en la vida de Paola Chávez, pues fue nadadora, remera, ahora apneísta y también es profesora de natación. “Estar sumergida es algo relajante, no te imaginas el gusto que me origina dar clases y entrenar a la vez”.
Su tío Juan la lleva todos los días a la piscina, en un Lada color verde, para que entrene a las 05:30; dos horas después no se saca ni la malla (pantalón de baño) y se embarca en la línea Panorama que la dejará en la Parrilla del Ñato de Samborondón, de ahí camina cuadra y media y ya está en el Club Diana Quintana.
“Yo le doy clases individuales a bebés de ocho meses hasta 3 años. El año pasado me sentí muy satisfecha con el trabajo que realicé, porque indirectamente o directamente, no lo sé, ayudé a salvar la vida de una niña”. La “Negra”, como la conocen sus amigos por su tono caoba de piel, cuenta: “recibí una llamada, en la pantalla aparecían un montón de números, entonces deduje que era del extranjero...”.
Antes de proseguir, cuenta que ella se encarga de que los niños de 8 ó 9 meses aprendan a flotar, que se mecanicen a ponerse boca arriba si es que se caen por accidente a la piscina y crean que están jugando, para que no entren en pánico y no se ahoguen y eso fue justamente lo que le ocurrió a Graciela Benítez, de Costa Rica. La voz de la llamada era de la madre de la menor.
“Para ellos es más fácil, porque en el vientre están prácticamente en apnea y les queda la costumbre. Eso le pasó a Graciela. Mientras estaba de vacaciones en otro país, se cayó a la piscina y supo cómo reaccionar”.
Juan Roldán es otro de los integrantes del equipo, este entrenador de crossfit llegó a la piscina por invitación de Carlos Proaño, quien también compite en Cali. Asimismo, su vida está vinculada con el agua, pues cuando estaba en el Liceo Naval era palista (entrenaba kayak) además de natación.
El resto de la delegación, que defiende el título Panamericano, ganado en Cuba en 2010, lo componen los ex nadadores Gilda Rivadeneira y Javier Macías.
“Vamos con un equipo mixto, entre jóvenes y experimentados, y el resto de los países con grupo completo, pero creo que Gilda, Javier y Carlos tienen grandes posibilidades de medalla, lástima lo de Pedro Delgado, quien no pudo viajar por un virus, creo que podremos traernos entre 3 y 4 preseas y en la general ser terceros o segundos”, aseguró el entrenador de Ecuador, Freddy Toledo.