La Tierra es el foco de la exposición "Amazonas, Metrópolis y Orillas"
La Tierra y las especies que la habitan, un mundo que podría ser ideal pero que la contaminación y el poder depredador del hombre la está convirtiendo en un escenario casi apocalíptico ocupa el quehacer del pintor Agustín Patiño en una monumental exposición compuesta por 66 pinturas al óleo sobre lienzo, además de tres murales expuestos a escala pequeña de los originales.
Amazonas, Metrópolis y Orillas, el nombre de la muestra, asombra desde el primer momento por su profusión, despliegue y derroche técnico, y en la medida en que el espectador recorre el amplio espacio de la Sala Joaquín Pinto de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito contactará con el intenso peregrinaje migratorio que caracteriza a este pintor ecuatoriano radicado en EE. UU.
Pese a sus constantes viajes por Europa y América y su estadía en regiones de EE. UU. como Boston, Nueva York y ciudades del estado de Nueva Inglaterra, Patiño considera que “nunca se ha ido de Ecuador, pues respira su aire de cotidianidades y al final sigue siendo de acá”.
El pequeño pueblito de Girón, en el Azuay, marcó sus inicios con una anécdota conmovedora. Su padre tuvo un accidente y fue depositado en una morgue, pero su madre —que estaba embarazada del pintor— se dio cuenta de que estaba vivo. Por esas razones extraordinarias, “si me preguntas de dónde vengo hago una catarsis y esta obra tiene mucho de reciclaje, de esa resistencia, de esa ave fénix que se levanta de las cenizas, del dolor y de la muerte”.
Amazonas, Metrópolis y Orillas está integrada por obras que se comunican en el tiempo y en la técnica de realización.
Llama la atención el nítido detalle de las transparencias del agua que el pintor confiesa que son el producto final de un largo proceso de indagaciones y aprendizajes de una técnica de trabajo en óleo sobre lienzo, muy difícil y que no estuvo exenta de fracasos.
No escapa a la vista de estos cuadros los orígenes de Patiño donde él mismo evoca “aquella cascada gigante, bellísima, crecí viendo eso, una infancia campesina montando a caballo y viendo cafetales, nadando en los ríos, el Tomebamba de Cuenca, el alto Cajas, donde para mí nace el Amazonas en una metáfora que de alguna manera se va uniendo a las ciudades, a los pueblos por donde pasa y entonces se entrelazan Amazonas, metrópolis y orillas”.
La realidad de un calentamiento global drástico sustenta la denominación de orillas en esta exposición, un problema que “estamos percibiendo muy superficialmente, pero es muy grave lo que está sucediendo en Venecia, Nueva York, Sao Paulo, Valparaíso, Guayaquil, Londres, Buenos Aires, ciudades que he conocido”. Acerca de la forma en que pudo reunir todas estas obras que durante el tiempo se habían ido quedando en algunos lugares, agradeció los préstamos que hicieron muchas personas que las tenían en su poder, entre ellos grandes coleccionistas.
Entre las 66 pinturas se encuentran 33 Amazonas y 33 Metrópolis y Orillas, más los tres murales que vienen a ser agua, aire y tierra, cuyos mensajes, confiesa con orgullo, han traído cambios en los lugares donde los ha hecho como en Boston, Ecuador, Nueva York y Chile. “Yo he dado talleres en Nueva Inglaterra y ha llegado gente de China y Japón, de África y Europa a ver el proceso de estos murales”.
La muestra no es una retrospectiva ni una antología, es una propuesta concreta sobre Amazonas metrópolis y orillas.
Patiño hace mucho énfasis en el cambio climático y sus consecuencias, y recuerda que “todas las grandes ciudades sufren ese gran impacto, y que, por ejemplo, Europa vive, en gran parte, del turismo por museos como El Prado, Reina Sofía, Ermitage, lugares donde se concentra una gran energía y que atraen a mucha gente”.
Sobre las expectativas que como artista guarda de esta muestra que estará hasta el 22 de febrero, llama con entusiasmo al público para “que no se la pierdan, es realmente única, no es una retrospectiva ni una obra antológica, es una propuesta concreta sobre Amazonas, metrópolis y orillas”.
El artista espera que los espectadores hagan sus propias lecturas de las obras.
Para Patiño lo importante es que comprendan que se trata de un hecho cultural diferente y refrescante dentro de un mundo convulsionado con arte de todas partes y por ende conflictivo.
La califica como “única pues es como entrar en el futuro o entrar en el pasado de un futuro que ya está, es intemporal, pero es consecuencia de esta búsqueda desde muy niño que ha ido creciendo con fracasos, caídas, dolores, pero ese es el arte que tiene que tener esa pasión”.
Ríos, cascadas, ciudades, montañas, chatarras y viaductos se multiplican en los cuadros de esta exposición. Sobre esta diversidad evoca que “el espectro de los puentes nace en la escuela Federico Proaño, de Cuenca, con los profesores que te enseñan a hacer pequeñas cositas como calar la madera; fui creciendo con el dibujo técnico del Sr. Cabrera en el Colegio Técnico, después viene la Facultad de Artes de la Universidad Central en Quito con Nilo Yépez, Lenin Oña y Nicolás Svistoonoff, que fueron mis profesores”
El hecho de estar fuera del país por tanto tiempo no lo ha hecho olvidar, y lo agradece, que Ecuador le dio la educación, pero reconoce que huye del paternalismo cuando vuelve a su tierra y que donde está aprende.
Finalmente sobre el mensaje de advertencia de los efectos del calentamiento global que emana de esta exposición quiere que las personas interioricen que en cualquier lugar de la Tierra “el ser humano es parte de este planeta y cuando ves el impacto de lo que ocurre en el Machángara lo mismo puede influir en Manaos. Lo que ocurre en el Tomebamba o en el Napo afecta a todo el mundo”. (I)