Tani Revelo explora sus pasos escénicos
Tani Revelo entra a escena, al aire libre, y camina sobre un mural lleno de consignas escritas en papel con carboncillo. Sus pies desnudos se llenan de grafito. Mancha las paredes mientras piensa, se moviliza, intenta accionar y espera, de cabeza o en pie.
Tiene una malla negra transparente, pegada al cuerpo. Lleva jean roto y el cabello suelto. Su cuerpo produce sombras.
Mientras duda cómo seguir en la marcha, se acomoda al estilo de una imagen que la secunda. Son una sola, piensan igual. Vuelve al piso, se pega a este y rasga las consignas que lleva su cartel.
Revelo creció entre funciones de danza, ensayos, presentaciones, vestuarios e ideas sobre cómo movilizar el cuerpo. Su madre, Tani Flor, fue una de las primeras movilizadoras de la danza contemporánea en Sarao, en Guayaquil. Crecer en ese medio le hizo pensar que tal vez lo suyo era la música. Quería ser baterista.
Estudió cuatro años en el desaparecido conservatorio Rimsky Korsakov, donde no enseñaban percusión. Aprendió teoría, lo básico para tocar el piano y se concentró en el canto. Al cumplir la mayoría de edad decidió que sí, que se dedicaría a la danza.
Se mudó a Quito para estudiar y encontrarse con más lenguajes sobre el cuerpo. En ese tiempo, en Guayaquil, la ciudad en la que había crecido, no había tantas opciones para dedicarse a ello.
Estudió con Kléver Viera, Julia Endara, bailó en el Ballet Ecuatoriano de Cámara, integró la Compañía de Teatro del Cronopio. También se dedicó a hacer teatro gestual, integró el Colectivo Z y en 2016 viajó a México para hacer un doctorado.
A partir de lo aprendido desarrolla un proceso personal y tallerístico al que ha llamado “cuerpo escénico, cuerpo en movimiento”.
“Siempre me pregunto sobre la danza y cómo mueve a un cuerpo, pero he sentido que falta una carga, no solo moverse y hacer figuras desde el cuerpo, sino poder, desde esta corporalidad contar algo, decir o impactar a quien observa”, dice Revelo.
El cuerpo que quiere poner en escena se conjuga con lo que ha aprendido del teatro, busca una dramaturgia, que aunque no esté planteada en giros claros, sea capaz de contar algo y darle sentido y conexión al público.
Para Revelo, la honestidad en escena es fundamental. Trabaja con imágenes.
El Paso, el unipersonal que presentó en Guayaquil, nació en un trabajo grupal llamado Proyecto Analogía. Con otras tres compañeras se preguntaron sobre los procesos de creación si es que acaso “¿hay un método para crear?”.
En El Paso, la intérprete reacciona a lo cotidiano, a la gente que quiere salirse de un encierro. Por ello juega con la oscuridad y las manchas que se adhieren a su cuerpo y se queda en las paredes.
“Tani fue mi alumna de chiquita y jamás me imaginé que se dedicaría a la danza”, dijo Jorge Parra, después de la presentación de El Paso, la primera puesta en escena de Revelo, sola y en Guayaquil.
Ella, que por primera vez lo presentó en la ciudad en la que creció e influyó a la hora de dedicarse a la danza, sintió ganas de jugar con el público como no lo había hecho antes. La obra está en formación. (I)