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Talía Falconí pone en tensión la fragilidad

La pieza dirigida por Talía Falconí integra en su nueva versión en el país, a Vanesa Pérez y Lorena Delgado con la idea de multiplicar los alter ego.
La pieza dirigida por Talía Falconí integra en su nueva versión en el país, a Vanesa Pérez y Lorena Delgado con la idea de multiplicar los alter ego.
Cortesía
25 de enero de 2020 - 00:00 - Redacción Cultura

La primera vez que la artista escénica Talía Falconí montó la obra Frágil residía en México. En ella plantea un proceso de experimentación sobre el cuerpo y su posibilidad de resistir, al punto de llegar a la tensión en la que se quiebra.

Su obra, más que duda “plantea un universo estético muy particular, desde la poética del cuerpo. El montaje está sustentado en una exploración del movimiento. Desde allí se devela y está abierta una metáfora de la fragilidad de la existencia humana”, cuenta en una entrevista en Muégano Teatro, donde habrá funciones hoy y mañana, desde las 20:00 y 18:00, respectivamente.

Falconí ha desarrollado gran parte de su carrera escénica en el exterior. Inició sus estudios en la Escuela de Martha Graham, Nueva York, su Diploma de Estado como Profesora de Danza  Contemporánea en París.

Desarrolló una buena parte de su trabajo artístico en Venezuela, lo cual la llevó a ganar el Premio Nacional de Danza por su unipersonal “sueño pelele”.

Hace un año volvió a Ecuador, como docente invitada de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes (UArtes).

Entonces decidió que la exploración que empezó a montar en solitario, con la musicalización electro acústica de Federico Valdez se desdoble a través de una versión trío.

Fue así como convocó a  Vanesa Pérez y Lorena Delgado, docentes de la misma escuela para montar en el país Frágil. “Es un trabajo compositivo que se ha repotenciado de manera infinita, al poder visualizar en estas tres intérpretes este juego que, de alguna manera, ayuda a la multiplicación de los alter ego”.

La selección de los cuerpos femeninos para el montaje  no responde a la necesidad de representar un molde ni una idea de lo frágil.

Para Falconí no se trata de pensar el cuerpo como representación, sino como un medio de expresión. Aclara que no le gusta la idea de un cuerpo como instrumento, a pesar de que es parte de su trabajo entrenarlo.

La intérprete cree “en un pensamiento desde el cuerpo, pero sin la diferenciación entre lo racional e irracional. Con el cuerpo trabajas con ámbitos que tienen que ver con lo irracional, con una abstracción, eso es parte del ser humano”.

De allí que esta pieza esté en reinvención constante, de la subjetividad individual y la que aportan ahora sus nuevos cuerpos en escena. (I) 

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