Socorro Venegas, Eescritora y editora mexicana / Directora General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Autónoma de México
Socorro Venegas escribe sus obsesiones
El libro La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019) reúne 19 historias de personajes que han dejado de deshacerse en disculpas o lágrimas para gastar las vidas que “El Señor del Tiempo” les ha dado.
“La Señora...”, más bien, pues se trata de una autora de ficción: Socorro Venegas, que también es coeditora de la colección “Vindictas” −de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM− que ha rescatado cinco novelas escritas por mujeres en el siglo XX a través de publicaciones cuyas portadas diseñó Clarisa Moura.
Luisa Josefina Hernández, Tita Valencia, María Luisa “La China” Mendoza, Tununa Mercado y Marcela del Río constan en la primera entrega.
Tejedoras de relatos fulgurantes, son antecesoras de las ficciones de Venegas, donde hay pasajes como el de un tragafuegos callejero que enciende los recuerdos de una mujer; el de una niña que se pierde en busca de su padre ebrio solo para evitar la furia de su madre o de la madre que se siente vacía, ensimismada luego de parir.
¿Hay muchas cosas que no se han dicho sobre la maternidad?
En México, por ejemplo, no se habla de depresión postparto, de la maternidad que se rechaza, de lo mal que las mujeres embarazadas lo pueden pasar, incluso después de haber dado a luz. Todo eso es visto como tabú.
En estos cuentos hay fuego, pero también hay muerte...
Estaba escribiendo sobre el duelo, la ausencia desde historias muy personales. No solo se trata de lidiar con la pérdida de un ser querido sino del duelo que significa terminar con un matrimonio o sentirse en la frontera entre la vida y la muerte, como los niños en el hospital que todavía no se van, pero saben que se van a ir (“Los Aposentos del aire”).
De esos tránsitos vitales que son catastróficos están hechas las historias. Pero también de cómo se sobrevive a través del luto.
¿Qué experiencias reales te impulsaron a tratar la muerte?
Cuando yo tenía once años murió mi hermano menor al que le habían diagnosticado leucemia, por la que vivió muy enfermo cuatro años. En familia vivimos esa enfermedad junto con él y ahí está el germen de este libro. En preguntas como ¿por qué sobreviví yo y no fue al revés? Ese misterio un poco necio que constituye la literatura. Luego me casé a los 24 y antes de cumplir 27 murió mi esposo. Fue un tiempo en el que habíamos cifrado nuestras vidas y estuvimos cristalizados en unas promesas que con la muerte derivaron en transformaciones forzosas, por lo terrible que es sentir eso de un momento a otro.
¿Los sobrevivientes siempre acaban convirtiéndose en una suerte de seres mutilados?
Cuando alguien que va a la guerra pierde un miembro, deja de ser el mismo, vive con el fantasma de su dolor. Eso se traslada a los deudos, a quienes tienen que gestionar su vida sin una parte fundamental de ellos mismos, algo que también era orgánico, los constituía.
Me interesan las emociones que llegaron a mi vida con esas pérdidas. Lo misterioso entonces es: ¿quién eres?, ¿en quién te vas convirtiendo?, ¿cómo eliges vivir y cómo eliges mirar atrás?, ¿cómo contarte tu propia historia?
Aunque solemos creer que lo malo solo le ocurre al resto...
Eso es una fantasía que necesitamos para vivir. Nadie saldría a la calle si antes midiera conscientemente todos los riesgos que hay. Eso les pasa a los hipocondríacos, por ejemplo.
Aquí es a la inversa: necesitas la fantasía −quizá saludable para vivir el día a día− de que no te pasará nada o de que las enfermedades y las muertes le ocurren a los demás. Eso explica que cuando te ocurre algo malo terminas diciendo “¿por qué a mí?”.
¿Y qué pasa con quienes conviven con violencia a diario?
Hay una suspensión. Es diferente porque ellos están todo el tiempo al filo de la navaja, con la adrenalina de ese peligro, cuyas emociones pueden generar una costumbre, que asuman los riesgos como un desafío.
En México, la población más vulnerable son los jóvenes que −muy temprano− son captados por el crimen organizado. Los seducen, engañan o fuerzan a entrar en sus filas y les muestran un mundo artificial, donde rápidamente van a tener dinero aunque todo puede durar apenas unos segundos, hasta que haya un enfrentamiento con la policía o una banda enemiga.
Es una vida que va de prisa. Es la tragedia de un mundo que no sabe comunicar a los jóvenes que vale la pena vivir aunque falte mucho por hacer, para construir con ellos sus oportunidades.
¿Sueles revelar qué cantidad de ficción hay en tus obras?
No tengo esa necesidad porque, aunque parto de temas personales, los trabajo como literatura. Allí no está contada mi vida y me gusta el misterio entre la ficción y la realidad.
¿Habrá muerte en tu próxima novela, la tercera?
Sobre la muerte se puede pensar desde su acepción más tradicional: ausencia física, repentina, lo trágico que la envuelve; pero ahora me interesa explorar una especie de renacimiento en los personajes. En ese espíritu de la película China Town, donde alguien dice: “Uno nunca sabe cuándo necesitará otra vida”.
Ya no se trata de renovarse desde el duelo, sino de un viraje, una necesidad de reconfigurar el mundo. (I)