Santos que espantan y vibran
El portal de la iglesia del antiguo Hospital San Juan de Dios (HSJD) pareciera la entrada a una catacumba porque alberga una vibración de oscuridad. Pero al cruzar el umbral se ingresa a un santuario sombrío en honor a las nuevas divinidades que el pintor y grabador Enrique Estuardo Álvarez presenta, en el Museo de la Ciudad, hasta el 30 de junio.
Se tratan de ocho intervenciones en los retablos de la iglesia, un video arte en que se ensalzan las relaciones cotidianas y un documental del proceso de puesta en escena de esta obra titulada “Santa Faz”. El artista estampó ocho close-ups de rostros en sábanas de bramante y las colocó en el puesto donde van los santos.
Estas imágenes simbolizan “la capacidad del ser humano de divinizar e idolatrar desde objetos hasta celebridades popularizadas en los medios de comunicación masivos”, explica Álvarez.
El artista agrega que actualmente existen representaciones que, por su significado, “pueden volverse referentes cotidianos de los valores y aspiraciones de las personas”, para convertirse en objetos de culto.
La etimología del término deidad significa “esencia divina” proviene del vocablo deitad, dei (dios), y, tad (cualidad de dios).
Personalidades, ideas y cosas, al ser divulgadas en plataformas mediáticas, adquieren una esencia divina ante los espectadores.
Por ello, Marylin Monroe, Homero Simpson, Batman, una mujer de rasgos indígenas, un anciano, un hincha fervoroso de la selección de fútbol de Ecuador aparecen entre los ocho rostros expuestos. El meneo y la rugosidad de los telones dota de dinamismo y carácter etéreo a estos santos contemporáneos.
El espacio en tinieblas, las imágenes gigantes y el silencio generan un entorno tenso y tenebroso. Así lo registraron los asistentes en el libro de comentarios: “Muy buena obra y me mataba de miedo”, escribió Antony Chanalota.
En torno al templo hay cúmulos de pétalos esparcidos que potencian el carácter ritual de la muestra. Incluso el aroma de flores apacigua el susto y temor ¿propios? porque la instalación, en su dimensión activa, despierta y demanda la participación sensorial, las reacciones de la gente retroalimentan la propuesta.
Sobre este aspecto, el artista explica que: “hay un abanico de significados dentro de las imágenes porque suscitan sensaciones de nacionalismo, etnicidad, ternura, espanto y curso del tiempo”.
En redes sociales, Enrique Álvarez ha recibido críticas por parte de creyentes. Dicen que su trabajo es irreverente ante las ideas religiosas.
Sin embargo, la exhibición fue compuesta y fundamentada durante dos años, sobre la base del concepto de arquetipo pensado por el psicólogo suizo Carl Jung.
Existe en el inconsciente colectivo un factor que motivaría a los grupos humanos a generar representaciones sagradas. El artista, además, comparte su punto de vista de lo sacro junto con la resignificación del arte colonial.
Álvarez, por medio de los telones, establece una analogía con la historia en que, según la tradición cristiana, Verónica, durante el Viacrucis, tendió a Jesucristo un velo para limpiarle el sudor y la sangre. En la tela quedaron milagrosamente impresas las facciones del Mesías.
Museógrafos, instaladores y electricistas colaboraron para montar el proyecto. En dos horas, el equipo deshojó 3.500 flores. “Me faltó colocar unas velas que realcen la teatralidad del rito”.
Oriundo de Salcedo, en 1996 el artista pensó: “sí puedo apuntarle al arte”, tras conmoverse con el “impacto visual” de los trazos del alemán Anselm Kiefer.
Álvarez tiene una amplia trayectoria artística: Creó el mural sobre las diez mujeres próceres “Las Manuelas” y la instalación “Quilago”. “Hago arte sin poses ni complejos de iluminado. Cuando la obra sale de uno tiene vida propia”, señaló.