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El Telégrafo
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Las rosáceas y los páramos andinos han encontrado en Katya Romoleroux a una botánica de altura

Las rosáceas y los páramos andinos han encontrado en Katya Romoleroux a una botánica de altura
Cortesía
30 de agosto de 2020 - 04:45 - Isabel Hungría

Botánica, 58 años, quiteña, profesora en la Escuela de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador; directora del Laboratorio de Botánica Sistemática, PhD, taxónoma, científica... Katya Romoleroux tiene un currículum tan extenso como los años que viene estudiando con febril pasión la familia de las rosáceas, especialmente a las Lachemillas, los Polylepis y los Rubus, especies que crecen exclusivamente en la zona montañosa de los Andes.

Habla de ellas como si hiciera un ejercicio deliberado de prosopopeya y a medida que la entrevista avanza esa fascinación no mengua, al contrario, brota instintiva, genuina, vigorosa, máxime cuando dice con total naturalidad que les habla, que las visita, que son parte de ella: "mi familia son las rosáceas".

Esa pasión proviene de su vasto conocimiento, semilla que ha sembrado en sus alumnos: "El mejor regalo para un profesor es que el alumno lo supere", dice con emoción dejando en evidencia que debe ser un privilegio tenerla como maestra, no solamente por su caudal científico sino también por su pedagogía: puede instruir a sus pupilos largamente sin que asome en sus enseñanzas algún atisbo de tedio.    

Sencilla, con todas su letras, a pesar de su sapiencia y de los premios que lleva bajo el brazo, incluido el Eugenio Espejo que acaba de ganar, Katya Romoleroux conversa con El Telégrafo sobre las asignaturas que rigen su vida:
las plantas, el páramo andino y la orogenia.   

¿A qué juega una niña científica? 

Juega como otras niñas, pero siempre hubo una semilla que la empujó a pensar en algo más. Aunque no era juguetona, jugaba, pero sobre todo era muy observadora. A veces incluso no compartía mucho con la gente, excepto con mi hermana, que ha sido como mi gemela. De todos maneras era más retraída que el resto de las niñas de mi edad; mi prioridad no era jugar sino leer y estudiar.

¿Cómo se involucró en la botánica? ¿Hubo algún familiar o conocido que la inspirara? 

A mí las plantas me gustaron siempre, desde niña. Las plantas me han dado mucha paz y alegría. Cuando las veía crecer y florecer tenía un sentimiento lindo que me empujaba a pensar "algo está pasando aquí, hay otro ser vivo que hay que cuidar". Y a través de ellas me he reencontrado con el medio ambiente. Yo creía que si les hablaba se iban a sentir mejor y cuando entré a la universidad casi enseguida me di cuenta de que mi camino era la botánica. No tuve un familiar pero sí una amiga que influyó mucho en mí, mucho mayor que yo, y que entró a la Universidad Católica donde había Biología, entonces pensé que ese era mi camino.

¿Tiene alguna planta preferida? 

Mis plantas preferidas son las que he estudiado toda mi vida, las rosáceas, pero me gustan todas. De flores me gustan las orquídeas, pero cuando veo las rosáceas pienso "esta es mi familia". De unas sé más, de otras sé menos, todas tienen su encanto, su misterio, su utilidad; a veces se cree que algunas no sirven para nada, pero no es cierto, todas las plantas tienen un rol importante en el ecosistema, en la naturaleza.

Acaba de convertirse en la segunda mujer en el campo de las ciencias que recibe el Premio Eugenio Espejo, la primera fue la bióloga Eugenia María del Pino Veintimilla... 

Sí, mi profesora de la Universidad Católica, somos de la misma facultad y me inspiró mucho, aunque ella no es botánica (estudió Biología del Desarrollo de los Anfibios). Fue la primera profesora que me dio Biología, en primer año, y era bien estricta, pero sobre todo brillante.

En algún examen nos hizo una pregunta sobre la selección natural, clase que nos había impartido previamente con un ejemplo sobre las mariposas (con la industrialización en Inglaterra algunas mariposas de color blanco estaban en desventaja porque el hollín de las fábricas tornó negro los árboles, de modo que eran más visibles para sus depredadores, sin embargo, por una mutación aparecieron también mariposas obscuras que luego por selección natural sobrevivieron más y mejor), entonces yo puse como ejemplo en el examen el oso del Polo Norte, que necesitaba más pelaje y que también había sufrido una mutación. La doctora comentó luego que le había gustado mucho el ejemplo de una estudiante sobre la adaptación del oso porque había entendido el concepto. A partir de allí comprendí lo que era la ciencia: no solamente entender conceptos y repetirlos. 

¿Cultivan una amistad? 

Sí, claro, aunque ella ya se jubiló. Cuando gané el premio Eugenio Espejo me llamó para felicitarme, además ambas ganamos una beca muy exigente, la Alexander Von Humboldt, de la fundación alemana. Ella aplicó para esa beca y recuerdo que colocó hace 16 años un afiche en la universidad, yo ya tenía mi doctorado y a mi hijo, y apliqué. Conseguí la beca y la doctora se alegró. Ella es una brillante profesional. Jubilada todavía lo es. 

Su investigación sobre la Lachemilla, una planta que pocos conocen a pesar de su importancia, sobre todo para Quito y las ciudades andinas, es maravillosa. Sus almohadillas son un reservorio natural de agua. ¿Puede explicar qué son las almohadillas y cómo es el proceso? 

En realidad casi nadie sabe de esta planta ni en general de las plantas que están en el páramo ni su rol importantísimo porque la Lachemilla junto con otras familias forman estas almohadillas y estas son como montículos, pequeñas montañitas de plantas (una las toca y parecen almohadas llenas de plantas pequeñitas, muy unidas, compactas) que sirven como reservorio, por eso cuando una las toca se hunde la mano y sale agua.

Son reservorios de agua natural que funcionan como una esponja retenedora y al mismo tiempo conductora porque no solamente retienen el agua (si así fuera esta se pudriría) sino que tienen una adaptación fisiológica especial en conjunto con el suelo. Es decir no solo que retienen el agua sino que ayudan a que el agua fluya, vaya por el suelo y enriquezca los ríos, las fuentes de agua. Casi el 85% del agua que abastece a la ciudad de Quito y otras ciudades alto-andinas sale de allí.

Un estudio reciente revela que esas almohadillas incluso retienen más agua que el pajonal, que también está en el páramo y que también es importante. Estudiarlas es importante, pero más conservarlas. No debemos quemar ni provocar incendios en los páramos. A veces decimos, "ese páramo está ahí, de qué sirven esas plantas, las piso", pero ellas vuelven a formar su almohadilla, son fuertes, pero no tanto para soportar incendios, aunque tienen adaptaciones y humedad.

Entonces usted sufre cada vez que hay incendios forestales (bueno, todos, pero usted más aún)... 

Sí, sufro mucho, llamo al 911. Sufro y digo "en tal lugar hay un incendio". Por eso me alegro mucho cuando llueve. Cuando hay mucho sol, aunque es bonito, pienso en los incendios, y me preocupo.

Estudio estas plantas, sé cuáles son, su nombre, a qué grupo pertenecen, de dónde vinieron, cuál es su pariente más cercano, si forman híbridos. Yo empecé este estudio y me motiva poder transmititr este gusto a mis alumnos. Tengo un estudiante que continuó con el estudio de las Lachemillas, incluso ahora sabe más que yo porque ha estudiado la Lachemilla de todos los páramos.

En México no hay páramos, pero sí hay sitios altos y ha estudiado las Lachemillas desde México hasta el norte de Argentina y conoce mucho, sobre todo la parte molecular. A mí me alegra tanto eso, él ahora es un "PostDoc" en los Estados Unidos. Esto es lo que a mí me alegra hondamente; haber motivado a estudiantes para que sigan estudiando y el mejor regalo para un profesor es que el alumno lo supere. 

Ecuador es un laboratorio natural, megadiverso, ¿hay algún otro país que llame su atención? 

Me gustan todos los países andinos. Todos son bonitos, con su encanto, con su flora, sus sorpresas, sus enigmas, pero me gustan los Andes. Me encanta estudiar la orogenia (parte de la geología que estudia la formación de las montañas). Los Andes son una cadena montañosa nueva, reciente, en relación a las cadenas de todo el mundo. Con la elevación de los Andes se formaron nuevas especies.

Hace millones de años no existía la cadena montañosa de los Andes, todo era plano, entonces al elevarse los Andes quedó separada la costa de la Amazonía; los Andes quedaron en el centro y unas especies se quedaron de un lado y otras plantas del otro lado. Ya no pudieron relacionarse porque tenían en medio una cadena montañosa alta que fue creciendo hasta más de 7.000 msnm con algunos volcanes, lo que ayudó para que se formaran más especies. Partiendo de esa división me interesa la orogenia de los Andes, me llaman la atención Colombia, Perú, Bolivia... 

¿Por qué le atraen los Polylepis? Usted dijo en una entrevista que peligraban en Papallacta... 

También son andinas, género propio de los Andes de Sudamérica. Se debería tener mucho cuidado con los bosques que se talan. Gran parte de los bosques de Polylepis se han talado, si usted va a Papallacta puede fijarse en eso. Al hacer caminos los talan. Me llaman la atención porque son árboles que crecen hasta en sitios donde otros árboles no pueden crecer y formar bosques. Son árboles que forman bosques en las partes más altas de todo el mundo.

Aquí pueden llegar a formar bosques hasta los 4.300 msnm, pero en Bolivia y cerca de Argentina hay algunos que crecen hasta los 5.000 metros, formando bosquecitos que ayudan muchísimo como depósito de carbono en sitios donde no hay árboles porque tienen esta adaptación para crecer, además me preocupa que su sistema esté amenazado porque en los bosquecitos que forman se resguardan otras plantas y animales, por eso es un ecosistema frágil que debemos proteger.

Me emociona que haya una familia, las rosáceas, que tenga diversos usos y hábitats, entre árboles, hierbas, arbustos y frutos, como las moras, los capulíes, que son nativos, pero también está la rosa, que no es nativa, los duraznos, las manzanas. Todas son rosáceas, entonces para mí tienen un encanto especial. 

¿Cultiva plantas en su casa? 

Sí, tengo un pequeño huerto. Mi deseo es no dejar de estudiar nunca, ya sea en mi casa o en la universidad. A mi hijo también le gustan las plantas, eso le he transmitido; tenemos café, níspero, uvas, tomates, fréjol. Él las cuida mucho. Tengo un ejemplar de cada una porque la casa es pequeña, pero siempre he tenido plantas, incluso para saber qué va a pasar con ellas. Siembro y me inspiran.

¿Tiene mascotas? 

Sí, primero está mi hijo-hijo, y luego mi otro hijo, un perrito. Lo quiero mucho.

Científica, ¿usted es vegana? 

Ser vegano no es solamente una decisión de cambiar la alimentación sino cambiar el modo de vida. No soy vegana, pero tampoco soy carnívora, solo cuando me invitan, muy de vez en cuando, consumo carne porque sé lo que implica: más ganadería, es decir más quema de árboles. Consumo más verdura y pescado.

Los veganos tienen una manera de vivir que yo respeto, son principios que valen la pena y que debemos replantearnos todos. Pero además de las carnes, están los plásticos, las gaseosas... todo viene con plástico. Eso es dañino para el organismo. Tenemos que pensar en los problemas como el calentamiento global y en sus causas, y esta pandemia que estamos pasando en cierto sentido es un llamado de la naturaleza.

Veintiséis tipos de mora en Ecuador no es poco, pero solamente consumimos uno, ¿por qué? 

No, veintitrés: 20 nativas y 3 introducidas. Estamos encontrando más, pero eso va a ser una sorpresa para después. La mora de Castilla es nativa, y tenemos 18 más que están en los páramos y bosques alto-andinos. Hay algunas que crecen desde los 300 metros y todas son comestibles. Yo las he probado y en el campo se consumen, algunas no son tan dulces, pero todas son comestibles.

En Ecuador solo se comercializa la de Castilla, que es nativa. Me preocupa que las especies introducidas de moras en el mercado, como son las moras o frambuesas amarillas o doradas, ricas en sabor y en propiedades curativas, como las otras especies de moras, pueden llegar a ser invasoras si no se tiene el cuidado respectivo. Actualmente estamos haciendo un estudio con una estudiante de tesis sobre la fenología de estas moras amarillas que servirá para conocer su biología y entender su comportamiento en el Ecuador. Una planta introducida en Galápagos puede llegar a ser una plaga. Hay que tener cuidado con las especies introducidas de mora porque pueden generar problemas a las especies nativas y causar problemas a otras especies de plantas, además tenemos tantas especies nativas que deberíamos aprovecharlas. 

¿Ha participado en el concurso del Rey Arupo que realiza Rafael Lugo anualmente en Quito? 

Es una linda iniciativa, pero por falta de tiempo no he podido participar. Es loable, me alegra que haya esta actividad. Los arupos además son hermosos; son árboles que necesitan un cuidado especial porque se resienten. Son emblemáticos de Quito, pero pueden crecer en otras ciudades.

Dicen que las personas que tienen afinidad con las plantas son reservadas y constantes, ¿puede considerarse eso una máxima? 

No se puede generalizar, creo tanto botánicos como otros biólogos tenemos nuestros retos al estudiar los distintos organismos. Voy a ver los bosques de Polylepis, están ahí como esperando, y los saludo. Ir al bosque es como estar en mi casa. La foto de un oso puede ser más atractiva que la de una planta, pero en cambio yo puedo estudiar la planta y ver su floración una vez al año. 

¿Cómo lleva la cátedra? 

Antes era es más severa, ahora soy más flexible. Lo más importante es motivar a los chicos para que aprendan. 

(La entrevista concluye por respeto al tiempo de la entrevistada, pero la conversación puede continuar ante la equidistancia que adopta Katya Romoleroux entre la científica y la docente al conversar amena y generosamente de plantas, esos seres orgánicos que también son seres vivos y que han encontrado en ella una voz que las dignifique). 



Video: cortesía Puce

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