Jorge Ojeda Guzmán, equilibrista ecuatoriano, ganador de un récord Guinness.
"A los 10 años, cuando vi a mi tío, nació la idea de ser equilibrista"
Un repaso de su vida por el mundo del circo en Estados Unidos y Europa es lo que cuenta el equilibrista ecuatoriano Jorge Ojeda.
Gran parte de su trayectoria se encuentra en un documental llamado Mi vida en la cuerda floja, que reseña cómo en 1993 rompe un récord mundial Guinness al permanecer en la cuerda floja durante 206 días.
¿Quién es Jorge Ojeda?
Es una persona que a los 10 años vio trabajar, en Quito, por primera vez a su tío Leonardo, quien era un equilibrista en un circo y tenía un número muy bonito de equilibrio de manos. Desde ahí me nació la idea de seguir sus pasos y fue así que cuando cumplí 19 años, me eché para México a encontrar a mi tío.
¿Y allí qué pasó?
Cuando llegué a México tuve que volver a empezar, porque el equilibrio es una rectitud tremenda, y recuerdo que cuando me paraba de manos parecía una C, los pies estaban acá y las manos acá, y él me dice no, tienes que volver a empezar.
¿Tuvo algunas caídas?
¡Uff!, yo me he escapado de morir muchas veces. Por ejemplo, en Cincinnati, Ohio, (EE.UU.) me caí de 4 a 5 metros de altura y me fracturé la muñeca, porque yo caminaba muy inclinado.
¿En ese entonces trabajaba en algún circo?
Sí, y al pasar el tiempo un día decidí retirarme porque mi profesión es peligrosa y hasta que un día, cuando llegué a los 40 años me dije: Bueno, aquí se termina esto, hice lo que quise hacer. Tengo dos hijas y un día una de ellas viendo ese programa de Aunque usted no lo crea vio a un señor francés que se quedó 185 días en la cuerda floja. Entonces dije: si él quedó 185 días yo también lo puedo hacer.
¿Cómo fue su preparación?
La cuestión era buscar un lugar dónde me apoyaran, porque iba a estar 200 días. En mi cabeza se me clavó en tumbarle el récord a ese señor. Me preparé y encontré el lugar en Orlando, Florida. Le propuse al dueño de un local que tenía espacio para hacer mis peripecias, y aceptó. Previo a todo, yo estaba física y mentalmente listo, sin embargo, nunca me imaginé que sería duro, porque en Orlando hace mucho calor, es como Guayaquil en el verano.
¿Cuándo empezó su reto?
Inicié el 1 de enero y me bajé el 27 de julio de 1993, que se cumplieron los 206 días, ya que estaba cansado. Además, la gente me había dicho: Jorgito, somos la capital del mundo en rayos, tome precaución. Había un poco más de 10 metros de altura. Tras ello, puse entre mis aparatos un pararrayos, porque uso tubos y alambres y entonces un día llueve y me empieza a liquear el paraguas que era lo que me protegía en donde estaba y me cae un rayo que me hizo saltar, me dio miedo y ahí dije, ya fue suficiente, ya rompí el récord y me bajé.
¿Cómo lo contactó Guinness?
Yo ya los había contactado y tuve un problema, porque el señor que había hecho el récord decía que dormía en la cuerda, lo cual es imposible, porque cuando uno duerme en la cuerda cierra los ojos y no hay ninguna manera que se pueda balancear. Él sí dormía en la cuerda, pero tenía como yo una plataforma, donde estaba asegurado que no caía. Una periodista se enteró lo que quería hacer y me ayudó con una buena publicación en un diario de Miami.
¿Luego de eso pensó retomar su actividad en el circo?
Yo solo quería terminar, pero luego unos amigos me buscaron para recrear una pirámide de siete personas, que es peligroso. Entonces un compadre, que es colombiano, quien me enseñó mis primeros pasos en el alambre, me dice que me necesitaba para la pirámide y acepté. Fui parte de tres grupos, todos en EE.UU., y el de mi compadre: “Los Ángeles Blancos”.
Hasta que le puso un alto…
Sí, llegó el momento que dije ya, porque tuve amigos que se han caído y muchos de ellos quedaron en sillas de ruedas. Trabajé en el alambre hasta los 40 años.
¿En cuántos circos trabajó?
(ríe) Perdí la cuenta, pero he trabajado en buenos circos en Europa y EE.UU. Fui parte del festival que hacen en Mónaco, Francia, allí estuve en 1984, porque allí nació mi hija.
¿Cómo llegó allá?
En el circo tenemos agentes. Cómo todos los espectáculos, el agente se lleva el 10% o el 15%, entonces se encargan de conseguirte trabajo.
¿Trabajó en algún circo de Ecuador?
Nunca trabajé aquí, porque no se me presentó la oportunidad. Después del récord quisieron traerme a Guayaquil, para la feria de octubre, pero nunca llegamos a un acuerdo.
¿Cómo es la vida en un circo?
Es todo lo que me imaginé. Es bonito, forman una compañía, es una gira de un año y entonces uno convive con la gente. Allá, si hay más de tres o cuatro niños, debe haber un profesor.
¿El circo de Estados Unidos es diferente al de Europa?
El circo americano es de tres a cuatro pistas, el europeo es íntimo, una sola. En Estados Unidos te ponen a trabajar en las ferias, estás lejos, la gente ni le interesa, pero en Europa cuando le gusta el acto de uno empiezan a zapatear, y el anunciador dice: vaya a recibir más aplausos, y eso a uno lo alimenta como artista.
Un documental cuenta su vida, ¿cómo llegaron a usted?
Mi sobrino Marco Rivera vino a vivir conmigo un tiempo en Estados Unidos y se dio cuenta de que tengo muchos cassettes y videos, y me dice que hay material suficiente para hacer un documental, y como él es sonidista para televisión empezó a trabajar en eso. Había material para 70 horas y lo redujimos a 45 minutos, que es lo que dura el documental. Y hoy tenemos dos premios, uno en Uruguay y otro en Londres.
¿Ahora a qué se dedica?
Soy técnico de montajes, he andado con Juanes en cinco giras y me he recorrido casi toda Latinoamérica. También toco guitarra. (I)