"Qué tal si deliramos por un ratito (...) para adivinar otro mundo posible"
Ya mayor, sabiendo la enfermedad que lo aquejaba, Eduardo Galeano no dejó de escribir, pero sobre todo, no dejó de expresar aquello que sentía como un deber: la crítica social.
En una de sus últimas y más celebradas apariciones públicas, Galeano reclamó su "derecho al delirio" y lanzó un mensaje de deseo a la humanidad, a la que deja un legado de decenas de obras que abordan temas tan variados como la política, la historia o el fútbol.
"Qué tal si deliramos por un ratito (...) para adivinar otro mundo posible. El aire estaría limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones, la gente no será manejada por el automóvil ni programada por el ordenador ni comprada por el supermercado ni mirada por el televisor", dijo Galeano acompañado por un piano en estudio de televisión español.
El escritor, cuya educación formal no superó el primer año de secundaria, afirmaba haber aprendido el arte de narrar en los viejos cafés de Montevideo, de los cuales era afecto y consuetudinario visitante.
Galeano inició su carrera periodística a los 14 años, cuando publicó su primera caricatura en el semanario El Sol, del Partido Socialista, bajo la firma de "Gius", onomatopeya irónica de su primer apellido de origen galés.
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Entre 1961 y 1964 fue editor de la prestigiosa revista Marcha, que dirigía Carlos Quijano y que era reducto de intelectuales latinoamericanos, en la que también escribió Mario Benedetti. Luego fue director del diario independiente de izquierda Epoca (1964-1966).
La breve novela Los días siguientes (1963) y el libro de cuentos Los fantasmas de los días del león y otros relatos (1967) revelaron su veta literaria entre escenarios montevideanos, conflictos existenciales y atmósferas sutiles.
Vagamundo (1973) y La canción de nosotros (1975, que le dio el premio Casa de las Américas) confirmaron sus dotes de narrador, mezclando la historia social con el mito y la leyenda, lo ficticio y lo testimonial.
Con la llegada de la dictadura en 1973 a Uruguay, que duraría 12 años, Galeano, vinculado a corrientes marxistas, se exilió en Argentina, donde fundó y dirigió la revista literaria Crisis.
Dos años después se trasladó a España, a Calella (al norte de Barcelona), donde escribió para publicaciones de ese país y colaboró con medios de Alemania y México.
En la espectacular trilogía Memoria del fuego (I - Los nacimientos, 1982, II - Las caras y las máscaras, 1984, y III - El siglo del viento, 1986), Galeano revive el pasado indigenista latinoamericano, donde la historia y el presente se entrecruzan, en relatos breves de una potencia sin par.
Con la restauración de la democracia en 1985, Galeano regresó a Uruguay, donde residió desde entonces y mantuvo una prolífica producción.
En 1989 editó El libro de los abrazos, que el propio autor definió como "un libro sobre los vínculos con los demás". Le siguieron recopilaciones de crónicas y artículos, e incluso un libro sobre el popular balompie, del que era un gran fanático: El fútbol a sol y a sombra (1995).
Fiel a su postura política, tampoco faltan los relatos de los pueblos originarios, de la lucha por los recursos naturales y cuestionamientos a la guerra en Irak, a Estados Unidos, a los grandes bancos internacionales o a las multinacionales.
Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (en 1975 y en 1978) y su trilogía Memoria del Fuego recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.
En 2010 recibió el prestigioso premio sueco Stig-Dagerman, otorgado "porque su escritura apoya en forma inquebrantable a todos aquellos que están marginados y condenados". (I)