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El Telégrafo
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La exposición Furias exhibe el arte de Noboa y Kossak en el Parque Histórico

La obra de Carlos Echeverría Kossak combina arquitectura y naturaleza.
La obra de Carlos Echeverría Kossak combina arquitectura y naturaleza.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
14 de octubre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

En un pequeño cuadro del pintor polaco-ecuatoriano Carlos Echeverría Kossak, los perros de los romanos rodean enfurecidos y rojos una maqueta del Consejo Nacional Electoral (CNE) durante las últimas elecciones.

La lucha por el poder, por ganar espacio, es casi un instinto natural. Aunque la naturaleza parece no dar señales de que es capaz de devorar los espacios orgánicos que suplantan la arquitectura, esas formas utópicas del hombre para conquistar la tierra, de una u otra manera, terminará por derribarlas.

En “Huracán”, el cuadro de Kossak, la disposición de los seres que conforman la imagen emulan aquella idea de la creación del mundo, en la que al globo terráqueo lo sostiene una tortuga. “Puede ser”, dice entre risas, el autor.

En sus cuadros la arquitectura se diluye y contrasta con espacios naturales que se filtran.En sus cuadros la arquitectura se diluye y contrasta con espacios naturales que se filtran. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

Su trabajo es un modo de hacer arquitectura; sus construcciones están pintadas para señalar los antagonismos entre los seres humanos y la naturaleza. En su obra, la naturaleza aparece como fuerza absoluta, como en “Cascada”; o infiltrada frente al hombre que no sabe qué hacer con ella, como en el cuadro “Reunión”. En él, las hojas sobre el escritorio y el piso es lo único contundente, los hombres en cambio están difusos, como señalados en un resaltador.

“La naturaleza está contenida para que no se coma los edificios; el espacio humano y el espacio natural casi que son antagonistas”, dice el autor. Cree que el ser humano está acostumbrado a ver desastres en un contexto de catástrofe, como las grandes guerras y hoy en día aparecen estos conflictos totalmente silenciosos, no tienen ruido, no hacen bulla, “son un tipo de tensión en el que la naturaleza se mueve con las limitaciones que no se veían antes”, dice.  

El sentido de su trabajo, en el que la arquitectura se vuelve un elemento cuestionable frente a los espacios de la naturaleza, se refuerza aún más en la muestra Furias, montada por el proyecto Nómada en la casa reconstruida de lo que a principios del siglo pasado fue el Banco Territorial. Aquella construcción está en el Parque Histórico de Guayaquil, un lugar alejado de la ciudad, de su lugar original, para el recorrido de turistas que quieren contrastar el presente.

La obra de Kossak se enfrenta a los seres subliminales del artista Roberto Noboa, quien presenta en el mismo espacio una serie de cuadros recientes en los que experimenta con algo del barroco de Caravaggio y el desarrollo de sus constantes en la pintura, como la imagen de los perros negros.

En la obra de Noboa los animales se convierten en personas o las personas en animales. Aparecen constantes, como niñas que se ocultan tras la mirada de uno de los perros o seres fantasmales, con objetos de luz desparramados en la escena.

Roberto Noboa trabaja con imágenes de su realidad para llevar a extremos.Roberto Noboa trabaja con imágenes de su realidad para llevar a extremos. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

Para Noboa su obra ha variado de aquellos trabajos que hizo en los 90, donde todo era blanco y negro, con algo de rojos. Piensa en el pintor argentino Luis Felipe Noé cuando sostiene que dentro de su proceso parte de una estación, se va, avanza por otras hasta darse cuenta de que llega a la misma de la cual partió, pero ya no es el mismo.

“Creo que si veo hacia atrás —dice Noboa— siempre es una sola obra que ha ido cambiando con el tiempo. Se remonta a los 90 la idea de bajarle el volumen al color y ahora he vuelto a esa parte más dramática”.

Para la curadora de arte Anamaría Garzón “en las pinturas de Roberto Noboa y Carlos E. Kossak hay senderos que se bifurcan antes de abrirse; en los dos senderos hay unas pulsiones compartidas. Y producen también tensión. Una tensión que se expresa en un silencio incómodo, a ratos agradable, apenas interrumpido por el ruido de algo que parece estar por llegar para invadir el espacio con su furia”.

Garzón se pregunta si los animales son ellos o somos nosotros y en qué posición se encuentran quienes miran esa latencia. El resultado es una sensación que contiene el pasado y el presente.

La muestra Furias se puede visitar de miércoles a domingo, de 10:00 a 16:00, en el km 1,5 de la avenida Samborondón. (I)

La obra de Noboa juega con la idea de las sombras, seres ficticios y animalidad.La obra de Noboa juega con la idea de las sombras, seres ficticios y animalidad. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

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