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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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Max Vega vuelve a los clásicos a través de relatos

Max I. Vega en el café de Flacso Cine. Su primer cuentario puede encontrarse en todas las librerías de la capital.
Max I. Vega en el café de Flacso Cine. Su primer cuentario puede encontrarse en todas las librerías de la capital.
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El escritor Max Vega (Quito, 1981) ha creado a Pauravi, un personaje femenino cuyas aventuras transcurren en el tiempo, a través de 13 cuentos que son una suerte de condena.

La fatalidad de estas historias, en las que la mujer toma diferentes formas, está contenida en un libro publicado por el sello independiente Cactus Pink, La Decimotercera Forma.

Vega se basó en referentes literarios para crear las voces de los personajes. Están Francisco de Quevedo y la novela picaresca; Jonathan Swift y Los viajes de Gulliver o Antón Chéjov, además de Giovanni Boccaccio y su Decamerón, y otros clásicos, como Las Mil y Una Noches. “Traté de que cada estilo saliera de forma natural, a través de la lectura”, dice el narrador y docente.

Al igual que en la novela Las máscaras extrañas (Doble Rostro, 2013), las mujeres protagonizan lo narrado, con un tono que transmuta en cada época. Trece periodos en total. Cada relato representa al género literario de su época, en un juego que pone al lector a viajar en el tiempo y en el espacio.

“Alas cetrinas” es un recorrido a lo largo de un continente, por tanto, no tiene una voz marcada, transita por época difusas.“El Museo de Malakoff”, en cambio, está situado en el futuro. En el territorio y tiempo imaginados de la ciencia ficción.

Así, Pauravi atraviesa lo policiaco, romántico, costumbrista, picaresco, terrorífico y llega a lo fantástico luego de pasar por las aventuras, creatividad empleada en tramas y lenguajes, fondos y formas.

¿A qué responde la intención del autor el situar los sucesos fuera del país?

“No creo que el realismo social esté mal o sea limitado, lo local puede llegar a universal y de eso trata mi literatura”, explica Vega, quien considera que la calidad literaria debe mimetizarse con cada historia, hacerla trascender.

Su trilogía novelesca —que continuará con Las máscaras y la muerte y, después, con La entrada de Cristo en Bruselas— estará inscrita en el Quito de este siglo, con dimensiones que incluyen a los subterráneos. Los cuatro personajes de esa saga aún inacabada, como el profesor Samuel, continuarán hablando de particularidades literarias.

Mientras, en La Decimotercera Forma, solo la guerra entre Ecuador y Perú hizo que Max Vega volviese a ficcionar sobre lo local, en “El Escapulario verde”.

Hay de por medio un truco, un juego literario, confiesa, ya que no se puede saber si cada tono responde al siglo narrado. Pero se disfruta. (I)

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