Entrevista / luis borja corral / escritor
“Me interesa el humor, no por efecto del chiste”
Un jurado conformado por Lucía Lemos, decana de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la PUCE; Alicia Ortega, docente investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar; y el escritor ecuatoriano Huilo Ruales Hualca decidió otorgar el Premio Aurelio Espinosa Pólit, del año 2014, a Luis Borja Corral, por su novela Pequeños palacios en el pecho. A propósito de este premio, y para indagar sobre esta obra, conversamos con Luis Corral.
Ya a la distancia, ¿qué significa para usted haber ganado este premio?
Es raro porque cuando uno tiene una expectativa de esas, normalmente no pasa nada, con cuentos u otros textos. Entonces, pasa, hay un momento de shock, entre sí y no, pero luego te das cuenta de lo que sucede. En Ecuador este es un premio que tiene una trayectoria, un peso, entonces hay una responsabilidad de estar a su altura.Pero también hay una desazón porque ‘ya está’, y esta es una novela a la que le puse mucho ‘veneno’. En el momento en que ya ha sido reconocido el texto, digamos por el ‘orden’, es como si estuviese ‘domesticado’, inofensivo. Recién cuando le dieron elCervantes a Goytisolo, él dijo: “yo sospecho mucho de mi obra cuando me entregan un premio, sería más digno que me expulsen de una ciudad por mi escritura”, y algo de eso hay en el sentimiento.
Hace algún tiempo me adelantó algo sobre su novela, que iba sobre la transgresión. ¿Es algo voluntario ir hacia ese tópico o su escritura lo lleva hacia allá?
Creo que hay un poco de las dos. En mi caso, he partido de ideas súper concretas, casi una situación, pero depende, pues el personaje te lleva en un sentido. Cuando estuve en la universidad tuve una clase con Álvaro Alemán y él dijo algo que jamás olvidaré, y es que el discurso del amor está tan agotado que una de las pocas alternativas que quedaban para reencaucharlo era trasladarlo a una relación entre dos personas del mismo sexo. Con esa idea empecé a darle cabida dentro de mí a escribir sobre una relación amorosa entre dos hombres. Ese fue mi primer postulado. Claro, luego tuve que sacar a los personajes del ‘problema’ en que se habían metido, pero luego tu escritura te va acercando hacia tus propios polos magnéticos. La tensión implica cómo acercarte a eso, si es espontáneo. La transgresión es conducida por la fuerza de la escritura.
Algo que llama la atención de su novela es el lenguaje coloquial entre los personajes. ¿Cómo logra que no pase de lo coloquial a lo caricaturesco?
Es fino el equilibrio porque algo que yo sí trato es que los parlamentos de los personajes de verdad sean lo más natural posible. Ahí me empeño en darle naturalidad a los diálogos, pongo palabras que no son ‘correctas’ desde una perspectiva literaria, porque uno habla así. Es necesario hacerlo en dosis bien manejadas, para que se sienta que de verdad están conversando los personajes. Me ha pasado al leer a otros autores en español en que los diálogos me estorban porque siento que son impostados: hay rigidez, no se sienten las palabras. He tratado de trabajar para que esas líneas sean espontáneas y parezcan una conversación en la que podría estar presente.
¿Es este un texto emotivo, erótico o humorístico?
Las tres. A mí me interesa el humor, no para producir el efecto del chiste —es peligroso, y hueco, pues si no hay risa, has fracasado—, sino en el trayecto. Es decir, construir pequeñas situaciones que den pie para introducir ironías, humor. Definitivamente también me interesa lo erótico y lo emotivo, así que voy tratando de trenzar esas exploraciones para darle mayor riqueza al texto. Así, combinar la risa, la tragedia. Por ejemplo, Juan José Saer es un maestro de la tragicomedia: nunca hay nada que sea totalmente serio ni totalmente chistoso. Hay posibilidades emocionales y por ahí trato de trabajar.
El título de su novela, Pequeños palacios en el pecho, es vistoso. El palacio implica suntuosidad... ¿por qué en el pecho?
Hay una canción del grupo Broken Social Scene que tiene un verso: ‘Little Kingdoms in your chest’, que siempre me produjo una serie de imágenes difíciles de aprehender. Cuando quise ponerle título a la novela, que ya estaba trabajando desde antes, pensé en esto, pero utilicé una aliteración de las tres ‘p’: Pequeños palacios en el pecho. La imagen del palacio la trabajo desde la perspectiva romántica, el espacio maravilloso, de cuentos. Todo está relacionado con el amor; a través de estas metáforas que parecen ridículas, pero que luego no son tal. Hay un misterio en este título, en realidad. Se conecta con una escena final, de una manera efectiva, donde cobra un giro surreal, medio onírico. Esta novela podría pasar por un relato común o realista, pero creo que gracias a estos nuevos polos, como el del título, se vuelve más extraña, rara, y eso hace que se profundice en los contenidos.
Ya que ha sacado su título del verso de una canción, ¿cómo influye la música en su escritura?
Sí, en ese momento, sí. Pero en este momento, en lo que estoy escribiendo, ya no, pues estoy transitando por otros senderos. Tengo una relación cercana con la música, pero ya no quiero entrar en ese jueguito de las referencias. Sin embargo, en esa época fue muy importante la música, sobre todo lo del baile, que es importante en la novela. Buscaba una manera de introducir la música, la poesía, dentro de las letras de las canciones en el texto literario. Metía frases, partes de canciones, que se van intercalando con el texto en ciertos momentos de intensidad. Se habla mucho en la novela de canciones, de discos, se toman fragmentos de canciones para que del texto se pueda ir a la canción, de hecho. Todo está ahí licuado: canciones reales, imaginarias, versos.
¿Podría estar ubicada su novela en otra ciudad que no sea Quito?
No me acuerdo ahorita si habla literalmente de la ciudad, pero es evidente: neblina, frío, lluvia o solazo.
¿Ya se desligó del texto?
Sí. Ahora sí. Recién lo he visto impreso y empieza el rubor: esto estaría mejor, hay manchas, y que me gustaría corregir en una posible segunda edición, si llegara a darse.
¿En qué está trabajando ahora?
Ando en mi tesis, un poco atrasado. Pero tengo por ahí unos cuentos que me ayudan a salir del Gran Todo. Murakami dice que “escribir un cuento es como cuidar un jardín, pero que escribir una novela es como plantar un bosque”. Se puede, a la larga, pero es un trabajo más largo. Así, el cuento me ayuda a poner un paréntesis y tengo un libro de relatos listo que se quedó ahí: han salido algunos cuentos por allí. No me importa tanto lo de la publicación, pues hay momentos en que surge. Tengo dos libros de cuentos inéditos, y ya veré. En lo que sí estoy trabajando es una novela.
Verás, estuve muchísimo tiempo trabajando en una novela que colapsó y dejé en el congelador; para volver a escribirla debería hacer un largo proceso, pero sí quisiera retomarla en otro rato porque me interesa en su forma y en su contenido. Pero hay otra que empecé a escribir y se me cortó por la maestría, pero de esa estoy cerca. Mi ideal es dedicarle una hora diaria, mientras dura mi tesis, a esta novela. Tengo la voluntad de concentrarme en esta novela porque es completamente distinta a todo lo que he escrito antes y siento que con ella estoy dando un paso adelante en mi obra.