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El Telégrafo
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El Principito se posa en Cannes con la ligereza de una rosa

El director Mark Osborne (C), el actor Riley Osborne y la actriz Mackenzie Foy, durante la presentación del filme en Cannes. Foto: AFP
El director Mark Osborne (C), el actor Riley Osborne y la actriz Mackenzie Foy, durante la presentación del filme en Cannes. Foto: AFP
22 de mayo de 2015 - 11:42 - Agencia AFP

Mark Osborne presentó este viernes en Cannes su personal lectura de El Principito, una de las obras más universales de la literatura, a través de los ojos de una niña que se resiste a que la vida moderna le robe la infancia.

Es la primera vez que el cuento de Antoine de Saint-Exupéry llega a la gran pantalla en forma animada.

No es fácil adaptar esta historia onírica sin traicionarla por lo que Osborne opta por "inventar una historia en torno al cuento" y decide que El Aviador (Jeff Bridges) sobrevive para contar su historia.

Ya viejo, pasa el tiempo intentando poner a punto un avión con el que volver a tocar las estrellas que cada noche observa desde su telescopio.

Osborne coloca en el centro de su filme a La niña (voz de Mackenzie Foy) a quien su madre (Rachel McAdams) le ha organizado cada minuto de su vida para prepararla a una brillante carrera en el mundo de los adultos.

Pero El aviador, su excéntrico y apestado vecino, le envía un avión de papel hecho con una página de El Principito y altera los cuidadosos planes de la madre y hace descubrir a la niña la infancia que los adultos intentan robarle.

Pero sobre todo, le hace descubrir la empatía y las relaciones humanas. Solo a través del corazón se puede descubrir la esencia del ser humano. "Lo importante escapa a nuestra vista", le recuerda.

El viejo aviador le va descubriendo día a día a su vecinita un capítulo de la historia de El Principito, al que encontró cuando su avión se averió en el desierto del Sáhara, que poco a poco la va transformando.

"Todo es posible, sólo hay que creer en ello", dice el filme de una hora y 47 minutos que puede ser visto tanto por pequeños como por adultos.

El cineasta de Kung fu Panda (2008) presenta con su versión de esta obra universal, una de las más leídas y traducidas de todos los tiempos, una despiadada parábola de la vida moderna.

La cuidadosa preparación hacia el éxito --poder y dinero-- en una sociedad cada vez más competitiva fabrica robots sin sentimientos y roba la esencia del ser humano: los sueños y la empatía. Pero sobre todo, los priva de la infancia.

La idea de la película ha tardado diez años en germinar en la cabeza de Dimitri Rassam, el productor francés -hijo del que fuera también productor Jean-Pierre Rassam y de la actriz Carole Bouquet- y cinco años en llevarla a cabo, el tiempo en convencer a Osborne de sumarse al proyecto que ha costado 57 millones de euros y de convencer a los herederos de Saint Exupéry de ceder sus derechos. (I)

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