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“El arte contemporáneo diluyó conceptos y rebasó fronteras”

“El arte contemporáneo diluyó conceptos y rebasó fronteras”
05 de abril de 2013 - 00:00

05-04-13-cultura- JUANCARLOS-BELONEl franco-peruano Juan Carlos Belón es uno de los ocho pensadores que participan en el encuentro “Función del arte, función del artista. Para un nuevo estatuto del arte”, que se realiza desde el miércoles pasado en el Centro de Arte Contemporáneo.

Belón, fotógrafo de profesión, habla del desarrollo del arte en los últimos años y cómo la producción se ha democratizado.

Recuerda que nos encontramos en la época del posfordismo y, ante ello, hace énfasis en que ha llegado el momento de dejar la lógica de las industrias culturales. Observa un trabajo de calidad en Ecuador.

En los últimos años el arte se transformó, ¿desde su perspectiva cuáles son esos cambios y por qué hay que discutirlos?
La idea es venir a discutir sobre cuál puede ser la función del artista y del arte en la sociedad actual, porque estas funciones evolucionan con el tiempo. Cada época tiene la definición de lo que es arte, de lo que es un artista y la función que tiene. En este momento, la situación es mucho más difusa, no es clara, porque hay menos fronteras; las fronteras se han diluido, hay una distribución pública del conocimiento a través de Internet de prácticas artísticas. Entonces, digamos, esto desborda el propio campo del arte, de la actividad y del trabajo de los artistas.

¿Se puede definir lo que es arte contemporáneo?
Una definición es algo que siempre se escapa. Una definición es tratar de encerrar. El arte contemporáneo corresponde a un momento en el que se deja el arte moderno, que es un arte de contemplación en donde es importante saber hacer, el gesto; mientras que el contemporáneo es un arte en que es mucho más importante la idea. Es un arte que cuestiona, interroga, por eso es muy corriente escuchar a la gente decir ¿qué es esto?

Hay un interés en saber qué es. Antes, en el arte moderno, nadie se preguntaba nada. Simplemente reconocía lo que tenía enfrente. Había una contemplación, un goce estético, pero ahí quedaba todo. Ahora se interrogan los modos de vida, las subjetividades y las sociedades.

Dentro del marco del lenguaje contemporáneo, ¿cómo se entiende y define la práctica para-artística?
Es el desarrollo del conocimiento de las prácticas artísticas. El arte nunca ha estado tan expuesto en el mundo. No existe un equivalente anterior.
Hay arte por todos lados, todo es arte. Asistimos a una esteticidad difusa de las sociedades. Todo quiere ser estético. Todo el mundo quiere pretender al arte, porque cayeron las barreras y estamos en un momento en que efectivamente no hay nada que lo pueda encerrar, y eso es algo que me parece que está bien.

El arte contemporáneo recibe críticas, hay quien dice que no lleva rigor, que no es arte o que porta discursos antiestéticos, incluso violentos...
Tiene que ver con los cánones, cuando una institución se arroga la posibilidad de definir qué es arte y lo que no es. En este momento eso no existe. Claro que la consagración de los artistas y de lo que es arte... hasta el momento, son el museo y la galería.

Pero en el estado actual no hay cánones. Y felizmente no hay porque cerraría mucho las conexiones y los intercambios que se pueden generar por el hecho de que hay una gran oferta de lo artístico, que involucra diferentes campos, no solo lo banal, lo violento, lo vulgar, lo feo... Además, entran las relaciones entre las diferentes ciencias y disciplinas con el arte. Entonces, el arte puede entrar a trabajar en la antropología. Hay muchas conexiones, todo está mucho más abierto y está justamente fuera de control.

La sociedad suele estar preparada solo para ver las cosas bellas, pero ¿qué sucede con lo otro, lo que es antiestético? ¿Hay que aprender a leer lo opuesto?
Es difícil quitarse de la mente todo el pasado. Hay que saber que en un momento dado, en el Renacimiento, quien producía arte estaba ligado a la aristocracia o a los reyes. Antes estaba la iglesia. Después se empezó a democratizar.

La fotografía empieza a mediados del siglo XIX, y rompe un poco ese esquema. Se crea un medio de difusión masiva, de reproducción masiva... Todo el mundo tiene acceso. Se democratiza  el arte porque nunca fue tan democrático, porque mucha gente lo puede producir. En ese sentido es beneficioso.

Pero los expertos y pintores dicen que ahora todos hacen arte, y no precisamente del bueno...
Claro, porque ellos quieren conservar su estatus de ser los únicos productores de arte. ¿Y eso por qué? Están defendiendo su pedazo, su plato de locro, como se dice.

El británico Damien Hirst, del movimiento Young British Artists, monta exposiciones en las que se exhiben animales diseccionados ¿no es ir muy lejos? ¿Eso es arte contemporáneo?
Claro. Yo pienso que sí forma parte de lo que se hace ahora, y que está dentro del espíritu del arte contemporáneo. Sin embargo, Damien forma parte del sistema del arte... y del sistema hegemónico del arte.

Las obras están ligadas a una fuerte inversión financiera, pero no son las únicas propuestas, hay muchas más  que no entran en esas lógicas, y es justamente lo que vamos a discutir. No es el tipo de arte que me pueda interesar, por ejemplo.

Entonces, cuando el arte está ligado a la industria económica, ¿pierde el valor del sentido del arte por el arte?
Lo que pasa es que estamos en una época del gran desarrollo de las industrias culturales. Esta es la época del posfordismo, que es la economía en la que  se produce cada vez más servicios y bienes culturales. Es una característica de esta época.

Entonces, las industrias culturales están aliadas a las corporaciones, al mercado y a la política. En Europa, que es de donde vengo, ese vínculo entre el arte y la economía es bastante evidente: Se trata de ocupar el espacio público con fines de diversión. Y de divertir y crear espectáculo para que la gente esté contenta.

Esa necesidad de fiesta es algo que ya había sido analizado por Nietzsche, y en el siglo XX por Theodore Adorno y Max Horkheimer. Ellos ya habían presagiado la absorción del arte por la cultura. Entonces, en ese caso, más que de arte se está hablando de cultura, porque yo pienso que cuando se habla de arte hay necesariamente un trabajo de crítica inmanente y de cuestionamiento del propio arte, y del uso de una práctica que tiene un potencial crítico.

¿El espectáculo no otorga ningún aporte a la ciudadanía?
En un país como Ecuador, es otro contexto. Por la globalización de la comunicación y de la información, lo que describo de Europa es algo que a la larga va a llegar acá bajo otras formas, si no hay reacciones frente a eso. Yo veo que en Ecuador lo que se está produciendo es algo con mucho más contenido, más implicación, más deseo de ocupar espacios de la sociedad para contrarrestar el peso de las industrias culturales.

¿También cambió la concepción de autoría, los derechos de autor?
La autoría por supuesto que es algo que todas las vanguardias en el siglo XX han tratado de discutir. Lo que pasa es que el autor se basa en la idea de la originalidad, entonces quiere decir que solamente el que produjo una obra es el que va a poder seguir acompañando esa obra en cuanto al concepto, pero eso cierra las posibilidades.

Por ejemplo, las fórmulas científicas, como la de Einstein o de otros científicos, cualquiera las puede copiar para hacer sus experimentos, y entonces hay una multiplicación de posibilidades. Si cada vez que usaban su fórmula, Einstein aplicaba el derecho de autor y cobraba, se cerraban, bloqueaban y cortaban posibilidades. La autoría es un poco eso.

Entonces hay que contestar eso, además de que cuando uno crea, uno tiene un antecedente, uno llega a producir algo porque detrás ha habido muchas cosas.
Los seres humanos somos el resultado de miles de años de evolución, somos lo que somos por lo que hemos sido.

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