Las galerías de arte equilibran la balanza
Cuando Los Chivox, un colectivo de arte contemporáneo que fundó una pequeña galería-galpón, al sur de Guayaquil, viajó a una feria en Lima, les cuestionaron que solo sean hombres. Son cuatro, pero cuando empezaron eran siete.
Aquella idea ha ido en resonancia en el ámbito local, donde las tres galerías de arte contemporáneo operativas, enfocadas en exhibir el trabajo de artistas emergentes, en Guayaquil, son manejadas y programadas por hombres. Una de ellas es Violenta, manejada por Los Chivox.
Las mujeres han armado sus propios colectivos y sus estrategias de difusión como La Gallina Malcriada o las NHormigas.
En Quito espacios como Khôra y +Arte, son manejados por mujeres. Gabriela Moyano, directora de +Arte, piensa que su espacio tiene una programación equitativa, no por cumplir con una cuota o ser inclusiva, sino porque de alguna manera cuando selecciona las propuestas anuales ha surgido de esa manera.
Otra cosa es que durante las convocatorias abiertas siempre llegan más propuestas de hombres. “Quizás por eso en ciertos lugares hay más exposiciones de hombres. Pero ahora hay muchas artistas mujeres emergentes que van a cambiar esa realidad”.
En Khôra concluyó este septiembre una nueva versión de la muestra colectiva El malentendido, donde tres de los cinco artistas en exhibición eran mujeres que replantean la feminidad en el arte.
Anamaría Garzón, investigadora en la materia, a cargo de este pequeño espacio en la González Suárez, trata de mantener un balance, aunque “a veces es difícil programar con equilibrio”.
En 2020 propone tener un enfoque específico para que aquellas mujeres de carreras muy jóvenes, que casi no han tenido muestras individuales, las tengan.
En Violenta, en un intento por hacer un mea culpa el colectivo Los Chivox decidió abrir una muestra colectiva de mujeres.
Sus integrantes —David Orbea, Leonardo Moyano, Juan Carlos Vargas y Tyrone Luna— hicieron la selección e invitaron a Gabriela Moyano a escribir el texto curatorial, que esta vez, como siempre han querido, estuvo pegado en la refrigeradora de la galería.
La muestra, abierta hasta el viernes 20 de septiembre, se llamó Vague à l’âme, cuya traducción del español al francés significa “melancolía”, pero en realidad quiere decir “Mi alma está en las olas”.
“En el caso de Violenta, sus relaciones y quienes se han acercado al espacio son más hombres, así como las personas que acuden al colectivo de Las Gallinas son mujeres. No es por exclusión o más visibilidad a uno u otro género”, dice Moyano.
La galerista tiene la percepción de que este primer acercamiento a mujeres artistas “va a demostrar que no es un tema de género sino de canales y redes que no existían”.
David Orbea, en nombre de Los Chivox, dice que han hecho consciencia sobre cómo la mayor parte de exhibiciones que han tenido en el espacio, desde su fundación, son de hombres y ha sido así porque son quiénes presentan más propuestas.
Como agrupación buscan trabajos de artistas emergentes. “No sé por qué los que más muestran son los hombres, hasta en los salones. Siempre tratamos de ver qué tan comprometido está el artista con el oficio y, en Guayaquil ha pasado, tal vez por el sistema, que no se muestran las mujeres o cuando lo hacen es una vez y no más”.
Orbea piensa que a través de grupos, las mujeres no solo han ganado fuerza para exhibir, sino que hay algunas que dejaron de hacerlo y que han regresado a la producción.
En Vague à l’âme hubo ocho artistas cuyas obras no necesariamente tienen que ver con el cuerpo y la feminidad, como es el caso de Dayana Garrido o Mónica López. La reconfiguración del cuerpo femenino desde el arte resulta inevitable en el trabajo que se produce en algunos casos.
Clío Bravo presentó su serie Saudade, en la que escanea su propio cuerpo de manera doméstica para construir un archivo de sus incomodidades y nostalgias.
La artista, que ha sido crítica en su obra con el sistema del arte y la forma en la que visibiliza mucho más a hombres que a mujeres, cree que estos sí son otros tiempos.
Sin embargo, considera que “en algunos círculos se utiliza el tema del género por moda. Hace no mucho escuché a un artista hombre decir que en una muestra se deberían incluir a dos mujeres más (eran todos hombres) porque —según dijo— esto del género, las mujeres y las vaginas está de moda”.
Cuando se refiere a la existencia de un sistema que no aborda en los mismos términos al arte producido por hombres que por mujeres, recalca que “muchas veces en las clases de historia se discute el arte hegemónico durante todo el semestre y se aparta una sola clase para hablar de las mujeres”.
Brenda Vega hace a través de su obra, una ontología orientada al objeto fotográfico que tiene vida propia. Trabaja en la autorrepresentación en la que interpela discursos sociales de la mujer.
Contrapone una fotografía en la que se envuelve en plástico de manera digital y otra en la que aparece más borrosa, casi invisible, trabajada en antotipo a través de la extracción de pulpa de rosa roja. Se expone al público de manera directa e indirecta.
Vega cree que sí hay una reivindicación en el entorno del sistema del arte, pero al igual que Bravo, piensa que podría tomarse muy a la ligera “porque no todo el mundo está sensibilizado en temas de feminismo y de equiparación de géneros en el arte. Está bien que pase pero no sé si va a continuar así. Sería bueno que siga”. (I)