Dennys Navas, el tránsito hacia un mundo utópico
Dennys Navas La Rosa (Guayaquil, 1990) utiliza los contrastes cotidianos de la arquitectura urbana -patrones a veces inexistentes- para crear una serie de imágenes utópicas, en las que las figuras y colores de la naturaleza dominan y definen el paisaje.
Los cinco cuadros de grandes dimensiones (2x3 metros, en la mayoría de los casos) que conforman la serie ‘Tierra Hueca’, y que integran la muestra de los proyectos del Nuevo Premio Mariano Aguilera, tienen como matriz el trabajo que Navas desarrolló anteriormente en las series ‘Cul De Sac’ (DPM, 2012) o, posteriormente, en ‘El pasado es demasiado pequeño para ser habitado’ (DPM, 2015).
En ‘Cul de Sac’, los primeros dibujos surgieron de un recorrido por ciertos lugares de Guayaquil, su ciudad de origen. A partir de ellos, elaboró una serie de pinturas y maquetas que “se remiten a planos de ciudades ‘ideales’, planificadas que operan en equilibrio, pero las esboza ya no con las edificaciones renacentistas que las inspiraron, sino con frágiles viviendas de caña y zinc que pueblan el depauperado paisaje local”, escribió el historiador de arte Rodolfo Kronfle Chambers como parte de su labor de curador en dicha exposición.
La muestra de Navas que se expone en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito tuvo la curaduría de la historiadora de arte Lupe Álvarez. Foto: José Morán / El Telégrafo
En ‘El pasado es demasiado pequeño para ser habitado’, su autor se vuelve a concentrar en la inestabilidad del espacio que se habita y las posibilidades que existen a partir de esa construcción. Vuelve a jugar con el entorno en una serie de pinturas que mantienen la alteración de modelos arquitectónicos tomados por un ambiente natural, a veces en ruinas, similar a la imagen de los campos de Chernobil, tras la catástrofe nuclear.
La fusión entre naturaleza y arquitectura “nos pone en este proyecto ante las maniobras del poder que nos acecha y somete. Y quizás nos llame a una búsqueda de refugio, al escape de lo subterráneo, o simplemente, a presenciar el espectáculo del colapso de la habitual, aparente y sosegada literalidad del entorno urbano”, escribió el teórico y crítico de arte Eduardo Albert Santos sobre la muestra.
No se equivoca, el trabajo de Navas deriva en lo subterráneo. ‘Tierra Hueca’, la última de esta serie de entornos naturales que mutan trabaja en esa dimensión de escape subterráneo que mencionó Albert. El nombre de esta serie alude a las indagaciones que se hicieron en el siglo pasado, en los años 20 y 60, sobre la posibilidad de existencia de agujeros dentro de la Tierra que albergan sociedades más desarrolladas que la civilización humana.
La teoría de la ‘Tierra Hueca’ inició con las expediciones del estadounidense almirante Richard E. Byrd, en las que, tras llegar a un mítico punto de tierra en la cima del mundo, un equipo penetró otra tierra más allá del Polo, idea que con el tiempo se convertiría en simples especulaciones.
La ‘Tierra Hueca’ de Navas construye un entorno sin tiempo definido: la luz verde, gris o roja puede pertenecer a cualquier hora del día y el periodo de la historia en la que se ubica depende de quién lo mire.
“Te enfrentas a una imagen, que parecería capturada minutos antes de una catástrofe. Pese a eso, los colores te transmiten una sensación de contemplación. Hay paisajes en la vida real que tienen colores similares. Lagos rojos, cielos naranjas, violetas, mucho de la referencia que uso tiene una relación con el propio paisaje. La paleta de colores cambia, se va volviendo más compleja, es parte de la búsqueda”, dice Navas.
El artista hace guiño con ideas sobre el calentamiento global o con el mito de la caverna de Platón, alusión a la vida del hombre encerrado en capas subterráneas que tiene a lo lejos una luz, de la cual se puede mirar solo un poco.
En estos tres trabajos Navas ha desarrollado la idea que señala Michel Foucault, en ‘Los otros espacios’: “Hay, probablemente en toda cultura, espacios reales, efectivos delineados por la sociedad misma y que son una especie de contraespacios, especie de utopías efectivamente realizadas, en las cuales los espacios reales que pueden hallarse en el seno de una cultura están a la vez representados, impugnados o invertidos, aunque no obstante sea posible su localización”. (I)