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Ecuador, 21 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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La historia de La Artefactoría se rememora en la capital

Caníbales es una de las exposiciones recogidas en el montaje del CAC. Se inauguró en 1989 en el Museo Municipal de Guayaquil como una metáfora de la corrupción en la gestión de Bucaram.
Caníbales es una de las exposiciones recogidas en el montaje del CAC. Se inauguró en 1989 en el Museo Municipal de Guayaquil como una metáfora de la corrupción en la gestión de Bucaram.
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En dos plantas del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) se ha montado la muestra antológica sobre La Artefactoría, el trabajo colectivo y las trayectorias individuales de los artistas Xavier Patiño, Marco Alvarado, Paco Cuesta, Marcos Restrepo, Flavio Álava y Jorge Velarde.

Son visiones encontradas, miradas distintas sobre la historia, explica Romina Muñoz, quien hizo el trabajo de curaduría junto a Matilde Ampuero, quien ha acompañado el proceso del grupo en una gran parte de su producción, desde los ochenta.

La exposición es parte del reconocimiento del Premio Mariano Aguilera a la trayectoria artística entregado en 2018.

Alvarado satirizó la figura de Simón Bolívar al ponerlo en posición de un Quijote montado en un caballo regordete, lleno de exvotos identitarios.

Empieza con los antecedentes de los seis artistas guayaquileños que, luego de conocerse en la Escuela de Bellas Artes, empezaron a trabajar de forma simultánea aunque diacrónica, cercana y distante a veces. En este espacio trabajaron también Pancho Valverde y Pedro Dávila.

El taller tuvo el objetivo de que cada autor se posicionara como artista profesional, pero su trabajo incluyó reflexiones sobre el papel de la actividad artística y contenidos sociales de la época, que han trascendido de su contexto.

“Ellos acuden a la idea de Artefactoría en momentos estratégicos”, dice Muñoz, “en una ciudad sin museos, sin instituciones de tercer nivel en el arte, estos artistas se agruparon para estar en escena”.

Jorge Velarde se autorretrata en situaciones que reflexionan sobre la existencia desde el dolor y sensaciones como angustia y hasta la muerte.

Para hacer visibles sus diferencias, las cédulas de las obras están dispuestas en sitios que no interrumpen el diálogo entre ellas. A veces, la cercanía de los trabajos, su contigüidad, los asemeja desde sus influencias o poéticas. Eso se relaciona con la pedagogía que recibieron los autores pero también con las rupturas que tuvieron.

Alvarado y Cuesta, por ejemplo, no fueron a Bellas Artes pero se integran a La Artefactoría. El primero desde su búsqueda personal en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Guayaquil; y el segundo desde su afición al cine.

Menú: apuntes en revista-objeto

El nombre La Artefactoría, ideado por Castro, alude al estudio The Factory de Andy Warhol (1928-1987), que producía en serie, integrando referentes de la cultura pop.

Pero Menú fue lo más cercano que estuvieron de una producción en serie. Las obras de la Artefactoría son complejas, variadas, heterogéneas y autónomas. “Más que un colectivo cerrado, de integrantes fijos, se trata de un lugar de encuentro que enriquece trayectorias individuales”, remarca Muñoz.

La obra colaborativa fue la edición de esta revista-objeto que habla del trabajo colectivo de La Artefactoría, iniciado en 1982. Un año después presentaron los 250 ejemplares realizados con materiales a su alcance.

En la exposición colectiva ¿Es inútil sublevarse?: La Artefactoría arte y comentario al Guayaquil de los ochenta −montada en esa ciudad, en 2017− fue la ocasión para mostrar Menú de forma extendida y conforma algunas partes del montaje que nos ocupa. Los nombres de La Artefactoría destacarían por fuera del colectivo, como se planeó.

La muestra en el CAC es un recorrido histórico no lineal e incluye obras inéditas, como la de Alvarado, que quedaron fuera de Menú. Dávila también presentó una propuesta para este primer conjunto, que tampoco fue integrada, y ahora se puede ver.

La galerista Madeleine Hollaender fue otra de las precursoras del trabajo de estos artistas, desde un espacio que en los años 80 del siglo pasado acogió sus propuestas. Bandera fue la muestra en que Álava, Alvarado, Patiño y Restrepo reflexionaban sobre la identidad, su construcción, incluso con una mano en la gastronomía.

Arte Sacro, curada por Inés Flores, también estuvo en la galería Hollaender y de esas exposiciones hay una selección de obras en el CAC. Fuera quedaron piezas que se mantienen en colecciones privadas y otras desaparecidas con los años.

La docena de ejemplares de otro libro de artista marca el ingreso de Ampuero como autora. La curadora escribió sobre los autores entre 1987 y 1989 y de ella se rescatan algunas reseñas y ensayos.

Testimonios desde la factoría
En 1987 hubo otra reunión de tres de los artistas. Estos encuentros no siempre tuvieron el nombre la etiqueta de La Artefactoría pero están reseñados en la muestra.

Un video, al inicio, está conformado por sus testimonios. La curadora Matilde Ampuero recuerda la década de los 80 como un “momento de crisis de la modernidad” en que la palabra “desarrollo” poblaba los discursos políticos, más no las realidades sociales. Sobre esa ausencia reflexionaron los Artefactoría a través de su obra.

“La dinámica de grupo fue obra de Juan Castro, que juntó a estos artistas jóvenes, que despuntaron desde su individualidad”, continúa Ampuero. Y para Jorge Velarde, “el trabajo de la Artefactoría empezó antes del período 1983-1987, que es el que suele contarse. Empezó en el año 77, con cosas distintas a Menú u otros trabajos simultáneos, independientes”.

“La ruptura, investigación temprana para desarrollar un lenguaje es lo que ha marcado el rumbo de mi trabajo”, concluye. Lo conceptual y la intervención en espacios públicos son un par de los elementos que hicieron que este grupo de creadores recibieran el Mariano Aguilera por su trayectoria en el arte. (F)  

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