El filme ecuatoriano se estrenó en la xv edición de los edoc
Cuando el arte y la ciencia se funden en el absurdo
Allan Jeffs llevó a la Antártida cinco figuras que simulan a seres humanos en cuclillas. Su interior fue hecho por la familia Cruz, dedicada a trabajar año a año en la confección de años viejos, en Guayaquil. En su exterior están recubiertos de tocados de paja toquilla, hechos de las manos de cuatro tejedoras manabitas. Jeffs quería vincularse lo menos posible a estas piezas, que su confección funcione de manera orgánica. El trabajo del artista chileno, radicado en Ecuador desde la década del 70, consiste en trasladar esas piezas de manufactura popular y tradicional a la Antártida, donde todo parecería paralizado por el frío.
Aquella idea le resultaba tan absurda al cineasta guayaquileño Fernando Mieles que solo se le ocurrió acompañar a Jeffs en su performance diario y documentar el proceso con una cámara. Ese viaje de casi un mes en la Antártida derivó en Persistencia, uno de los documentales de la sección ‘Cómo nos ven, cómo nos vemos’, que presenta este año el Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC) en Quito y Guayaquil, hasta la siguiente semana.
“Ustedes han llevado la cordillera Chongón-Colonche a la Antártida y parece que aún no se han dado cuenta”, dijo uno de los asistentes a la proyección del documental en Guayaquil, durante un foro entre el cineasta con su virtual director de fotografía, Diego Falconí -pues no pudo trasladarse a la Antártida y su contribución fueron unas clases breves al director- Allan Jeffs y Mieles.
Durante el foro posterior al filme, Mieles destacó que si encuentra una constancia en su trabajo, donde cada película que ha realizado es distinta, sería en el “proceso de creación”, donde persiste la idea de que una cinta “no la haces, la arrancas”. En Persistencia “la suma de repeticiones produce este vacío”, dijo Mieles.
En Persistencia Allan Jeffs recorre la zona ecuatoriana de la Antártida con los oficios ancestrales y sus 130 libras a cuestas. Su performance era trasladarlos y ubicarlos frente a la nieve, armarlos en un semicírculo para fotografiarlos y darle al paisaje un nuevo aspecto. Poner los objetos a la espera de lo que ocurra frente a ellos en el último confín de la tierra. En el documental Mieles capta la tensión dramática que se genera en la Antártida con el paso del tiempo, en silencio, sin diálogos, con Jeffs delante, dejando los objetos de su intervención y fotografiándolos.
“Mientras hacía esta película me preguntaba sobre su sentido. Había algo que me llevaba siempre a terminarla. Hacia la idea de que una película solo existe cuando está terminada y la gente la ve”, dijo Mieles.
El director consideró un reto hacer un filme sin diálogo, sin narrador, para dejar que la naturaleza y la intromisión de los objetos performáticos de Jeffs se relacionan con un espacio totalmente ajeno. “Había una tensión dramática inherente”, dijo Mieles.
En este trabajo fue inevitable que Mieles no estableciera un esquema de guion, aunque existen tensiones espontáneas del espacio. Así que hay secuencias que se repiten y, a pesar del panorama uniforme que tiene la Antártida, es evidente cada nuevo giro en la narración. El trabajo de Jeffs se vincula con las investigaciones de los científicos en el lugar, con la fusión de elementos químicos y muestras de la tierra. “Es un mundo tan extraño que el arte y la ciencia se encuentran en el absurdo”, dijo Jeffs sobre el proceso que se fusiona en el documental.
La edición siguió esa arbitrariedad. Su tiempo final (46’) no podía tener concesiones con un formato televisivo, de festivales cinematográficos, ni siquiera queda claro si es un corto o un largometraje, “pero está lo que debe estar. Si tuviera más no sería lo mismo y si tuviera menos no estaría lo que quiero”, dijo Mieles. (I)