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Cincuenta sombras y los fanfictions: manifestaciones de la cibercultura

Cincuenta sombras y los fanfictions: manifestaciones de la cibercultura
03 de febrero de 2013 - 00:00

Si hay algo interesante en la discusión sobre el best-seller de E.L. James Cincuenta sombras de Grey (2011), poco tiene que ver con su calidad literaria —o ausencia de ella— sino con las características que lo componen y que se ajustan a cierto mercado de lectura. Es más estimulante pensar en qué ocurre con este fenómeno editorial, en qué tipo de necesidades o de deseos satisface, que realizar un análisis, y por consiguiente una crítica, que devele por qué no es una obra literaria —categoría ambigua y de definición compleja y mutante—. Intentar demostrar que Cincuenta sombras de Grey es un subproducto sería caer en la idea equívoca de que todo lo que se publica con el sello de una editorial, de que el libro de ficción como artefacto, es y debe ser terreno exclusivo para la literatura y de que la gente que lee best-sellers está siendo estafada; de que los lectores de Cincuenta sombras de Grey piensan que, en efecto, están leyendo algo que es literario. Creo que algunos textos explicitan su no-literariedad por sí mismos sin ayuda de nadie que lo señale, que eso no impide que sean leídos por personas conscientes de ello y que los lectores, al menos gran parte de ellos, no deben ser subestimados. Lo que vale la pena, entonces, es preguntarnos qué tipo de entretenimiento significa Cincuenta sombras de Grey para su público lector: ¿de dónde surge? ¿cómo funciona?

Para empezar, sentemos precedentes: la incubadora de Cincuenta sombras de Grey fue fanfiction.net.

Si queremos entender el fenómeno editorial que ha causado esta novela —llamémosla así para no complicarnos— es necesario abrir el navegador y escribir www.fanfiction.net. Este sitio web es el nido de los fanfictions, ficciones que surgen en la red y para la red, y con ellos miles de escritores informales que, sin ninguna pretensión mercantil o literaria, inventan historias en las que los personajes de sus series, libros y películas favoritas hacen lo que ellos quieren que hagan. Los fanfictions (ficciones de fans) son el medio por el que los fanáticos de algo pueden recrear sus propias fantasías e intervenir en lo que en otro contexto no podrían. Se trata de un mundo cibernético que se sostiene no sólo por fans que escriben, sino por fans que leen lo que otros fans escriben. Esa es la clave: fanfiction.net, y todos los foros y sites en los que se cuelgan fanfics, son verdaderas comunidades en las que hay un movimiento de constante retroalimentación. Los autores de este subgénero pueden ser famosos en la red, recibir cientos y miles de mensajes de parte de sus lectores alrededor del mundo, ser traducidos por otros fans y ampliamente reconocidos en foros de crítica de fanfictions —sí, hay fans que se dedican a criticar fanfics y a establecer un canon de acuerdo con ciertos parámetros—, etc. Incluso se ha creado un nuevo léxico para discutir sobre la calidad de un buen fanfiction o de su género: May Sue o Gary Sue para hablar de personajes que son en realidad alter egos idealizados de los autores, lemon (tomado del anime) para referirse a textos en los que hay sexo explícito, oneshot para hablar de fanfictions de extensión mínima, crossovers cuando se trata de ficciones en las que se incluyen personajes de distintos libros, series o películas, entre otros.

El mundo de fanfics —o fics— es grande y respira y se multiplica en la red, por lo tanto, es originariamente cibernético: su lugar es una heterotopía. De allí surge Cincuenta sombras de Grey: E.L.James empezó a escribir lo que ahora es un best-seller mundial como un fanfiction de la saga de Stephanie Meyer, la autora de Crepúsculo (2005). Posteriormente, al ver el éxito que tenía en la red, decidió convertirlo en un producto independiente. Fue así como inició el fenómeno. Me parece esencial, y no simplemente anecdótico, mencionar el origen de

Cincuenta sombras de Grey para entender qué es lo que atrae a cierto público lector a textos como los de E.L. James. Creo que los fanfictions, manifestaciones de la cibercultura, se han adaptado y, a la vez, han construido a este tipo de lector; pero también han contribuido a crear una nueva forma de best-sellers muy distintos de los que existían antes de Internet.

Los best-sellers como Crepúsculo o Cincuenta sombras de Grey son pura visualidad: tienen la cáscara de una novela, pero están escritos con las reglas de un guión. Para ellos, y para los fanfictions, mientras mayor sea la descripción de los elementos visuales, mejor será el resultado —muchos fanfictions se dividen en escenas en las que hay un predominio del diálogo—. La cultura de lo cinematográfico, pero sobre todo de las series de televisión —los fics se publican por entregas de capítulos—, está acentuada en este subgénero que ha influenciado la escritura de varios autores de best-sellers. Los giros dramáticos, los cliffhangers, típicos de los guiones de series de televisión, son manejados con pericia por los autores de estas ficciones —aunque la trilogía de E.L. James es un caso aparte porque, a pesar de su éxito en la red, según el criterio de los fancritics no supo manejar la tensión ni los cliffhangers—. Lo cierto es que a un autor de fanfictions no se le pide que sea un buen escritor en el sentido literario. En Cincuenta sombras de Grey importa menos la palabra y el trabajo con el lenguaje que la creación de imágenes. Para hacerlo, E.L. James echa mano sobre los clichés, las frases hechas y los lugares comunes: la intención no es la de realizar una redescripción que le implique un esfuerzo interpretativo al lector, sino la de lograr, como escribieron Sperber y Wilson sobre la teoría de la relevancia, un “mínimo coste de procesamiento” con el fin de obtener el mayor beneficio posible. Lo que se busca no es crear paisajes, sino mencionar los que ya existen, los manidos; los que basta con esbozar torpemente para que la mente de cualquiera se sitúe en ellos.

En cuanto a la no muy acertada categoría de “novela erótica” con la que han etiquetado a la trilogía de E.L. James, más correcto habría sido tomar el léxico de los fanfictions y llamarla lemon, que es, quizás, el tipo de fic más leído y el que más se oferta. La pregunta es, ¿qué ofrecen los lemons que el porno convencional no? Me aventuro a una respuesta que no pretende ser definitiva: que más allá del sexo y de la recreación de fantasías eróticas, generan una tensión sexual a nivel argumental bastante similar a la de ciertos culebrones. Además, está el detalle de la selección de personajes que ya son conocidos y con los que los lectores están familiarizados; personajes que, además, son caracterizados con rasgos básicos que los definen metonímicamente.

La trilogía de E.L. James ha sido denostada como “mala literatura erótica” o “porno para mamás” cuando en realidad no es lo uno ni lo otro. Para empezar, no es literatura, pero mucho menos se inscribe en lo que conocemos como pornografía literaria: no solo no hay un trabajo con el lenguaje, sino que no hay una verdadera transgresión, es decir, no hay obscenidad, solo una tentativa que jamás acaba de saltar por encima de la línea de fuego.

Tal vez por eso resulte cómoda incluso para las lecturas más conservadoras. La verdadera literatura pornográfica es, en cambio, incómoda y generadora de malestar —basta recordar a Sade, a Desclos o a Bataille—. El erotismo, como escribió Bataille, es el terreno de la violencia; y es esa parte oscura la que la literatura pornográfica trata de desentrañar.

Cincuenta sombras de Grey no se inscribe dentro de esta potente tradición literaria, entre otros motivos, porque no indaga ni en la violencia ni en la muerte relacionadas con el erotismo, sino que toca un tema complejo —el sadomasoquismo de Sade y de Sacher-Masoch— solo para simplificarlo, reducirlo a una visión absolutamente normativa que jamás rompe con el marco institucional de la sexualidad. De este modo se vuelve un texto perfecto para lectores que quieren tentarse, pero sin sobrepasar los límites; lectores que no buscan pensar la sexualidad fuera de los esquemas occidentales, ni mucho menos cuestionarlos; lectores que buscan entretenimiento, y uno muy específico: el de los lemons.

El éxito de Cincuenta sombras de Grey tiene, entonces, en parte asidero en el crecimiento masivo de los lectores de fanfictions y de la proliferación de los mismos fanfictions que, anclados en la heterotopía donde navegan los internautas, han creado una nueva forma de lectura y de escritura dentro de la red; casi un nuevo género que nada tiene que ver con la literatura, sino más bien con la cultura del entretenimiento y la sociedad del espectáculo. Es, por supuesto, una posible respuesta a este fenómeno y, si resulta tener algo de verdad, sería imprescindible pensar en una nueva mirada crítica hacia estos textos, una que, para empezar, no se vea abocada a la obviedad de separarla de la literatura y que la piense como lo que creo que es: una manifestación de la cibercultura.

 

DATOS

"Cincuenta sombras de Grey", la trilogía “erótica de la británica” E. L. James, sigue dominando el mercado editorial iberoamericano, según publicó este fin de semana la agencia AFP, que hace un sondeo de los libros más consumidos en la región.


Narrada en gran medida en Seattle (EE. UU.), es la primera entrega de una trilogía que describe la relación entre una recién graduada de la universidad, Anastasia Steele, y un joven magnate de negocios, Christian Grey. Se destaca por sus escenas explícitamente eróticas

 

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