Los seudónimos fueron un escudo para que las mujeres puedan escribir
Corría el año de 1874 cuando se publicó “Middlemarch: un estudio de la vida de provincia” de George Eliot, catalogada como una de las mejores obras de habla inglesa. En el mismo siglo, George Sand fue alabado por el escritor ruso Fiódor Dostoiévski al ubicarlo en el “primer lugar en las filas de los escritores nuevos”.
Ambos nombres eran un seudónimo usado por mujeres para poder escribir. Pertenecían a Mary Anne Evans y Aurore Dupin, respectivamente. También se dio el caso en Gran Bretaña de las hermanas Brönte, Charlotte, Emily y Anne, que asumieron los nombres de Currer, Ellins y Acton. O del francés Henry Gauthier-Villars quien publicó los textos escritos por su esposa Colette.
“Middlemarch: un estudio de la vida de provincia” fue escrito por Mary Anne Evans con el seudónimo de George Eliot. El ejemplar de la foto fue editado por Mondadori España en 1991.
Las razones eran trascendentales: para la época, que una mujer sea escritora, era una transgresión porque se decía que ese no era el rol que socialmente les correspondía.
Lo mismo sucedió en Ecuador entre los siglos XIX y XX. Como ejemplo tenemos a Zoila Ugarte, quien adoptó el nombre de Zarelia para escribir sus textos. Posteriormente se convirtió en una de las precursoras del feminismo, compartió las causas liberales y trabajó en favor de los derechos humanos.
A pesar del sinnúmero de dificultades que las mujeres tuvieron que vivir para poder escribir, ellas siguieron en su trabajo. Hoy en día el Ecuador es una cuna de libros escritos por ecuatorianas quienes son reconocidas internacionalmente por medio de premios y traducciones de sus obras.
“El medio nuestro ha ido cambiando gracias al feminismo, al movimiento de mujeres. Ahora no tenemos que pedir permiso para escribir para elegir sobre qué escribir, cosa que antes no pasaba”, explicó al respecto Daniela Alcívar Bellolio, directora del Centro Cultural Benjamín Carrión y escritora.
Para la autora Gabriela Ruiz Agila, es un privilegio ser parte de un momento en el cual las escritoras ecuatorianas son reconocidas a nivel mundial y sus obras han trascendido. Sin embargo, también dijo que todavía hay una lucha social para seguir siendo valoradas.
La escritora Sonia Manzano Vela agradeció la lucha al movimiento feminista que dio paso a romper las barreras de la sociedad patriarcal. ”Es un compromiso de la mujer no dejar que se cierren esos espacios sino hacerlos crecer”, dijo.
El machismo continúa cerrando puertas a las mujeres en la literatura
Escritoras consultadas por Medios Públicos destacaron el trabajo y la huella que han dejado autoras actuales como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero y Gabriela Alemán no solo por su trabajo, sino por la trascendencia y el impulso que significa su texto para otras mujeres.
Daniela Alcívar Bellolio recordó una anécdota contada por Mónica Ojeda, quien fue víctima de machismo cuando en la primera entrevista que dio a un medio de comunicación ecuatoriano, pusieron el estado civil debajo de su foto. “¿Y eso cuándo pasó con un hombre?”, criticó Alcívar Bellolio.
A ella misma le tocó escuchar un “¿qué dijo tu marido?” cuando su obra Siberia tuvo pasajes sexuales. “Las mujeres siempre tenemos que rendir cuentas de esas obras que escribimos. Cuando una mujer escribe explícitamente sobre sexo es muy cuestionada”.
Según las escritoras, la literatura de ellas ha sido denominada “literatura femenina”, encasillando su trabajo a únicamente dos temas recurrentes: cuentos infantiles y poesía erótica, pero con erotismo sublimado sin acceder al cuerpo. La ficción, entonces, fue un espacio reservado para hombres.
La escritora Aminta Buenaño denunció que la publicación de mujeres a veces se ve reducida a ciertos comentarios misóginos que dan claras luces que la sociedad no da valor a la escritura de mujeres. “La literatura creada por mujeres es medida con una vara que no es la misma que con la que miden a los hombres”, contó la autora. (I)