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Chalco: “Me influyen más bien los clásicos, como Rembrandt”

Chalco: “Me influyen más bien los clásicos, como Rembrandt”
19 de enero de 2013 - 00:00

Hace ya 45 años que el artista cuencano Jorge Chalco empezó a crear sus obras. Son cuatro décadas y media en que sus intereses, tanto conceptuales como estilísticos, han mutado al calor de los tiempos y las coyunturas.

Desde el martes, una exposición retrospectiva de su trabajo se exhibe en la sala de arte contemporáneo y polivalente del Museo Municipal de Guayaquil (MUMG).

En una primera etapa, iniciada en 1968, Chalco empezó a pintar una serie de imágenes que retrataban las fiestas populares. Eran años en que al artista le interesaba la representación figurativa. Una década duró, dice, este periodo de creación.

De esta etapa costumbrista, que se recoge en la serie llamada “Lo real maravilloso”, asoman obras como “La novia, el novio, la mamá y la hermana” (1978), un tríptico que representa una reunión popular llena de personajes que encierran la estética de la fiesta en la plaza, con visos de un folclore que no se había vuelto extraño aún a mediados del siglo XX en las urbes del Ecuador.

Más adelante, a finales de la década de los 70, el artista empezó a mover sus trazos hacia una búsqueda de imágenes que empiezan a abandonar ese realismo festivo de su creación anterior, formando sinécdoques visuales, con formas que sugieren algo, que no acaban de llegar a ser, pero están ahí.

19-01-13-cuadro2Hace hincapié en la polisemia de la obra a la hora de la lectura, artilugio popular del arte contemporáneo, cuando el espectador se enfrente a la obra. “Cada cuadro recibe un nombre, pero el espectador podría titularlos de otra manera”. De esta etapa es “Espantapájaros caminando” (1988), parte de la serie “Vibraciones internas”, que representan a una figura andante, con sus extremidades en desorden, sobre un fondo rojo que se difumina.

A inicios de la década de los 80, luego de ganar el primer lugar en el Premio Nacional de Pintura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), había emprendido una serie de viajes por museos de Europa. Chalco ubica esas visitas como una etapa fuertemente referencial para su obra posterior. Sin embargo, expresa que “más bien me influyen los clásicos, como Rembrandt”.

En 1984, montó una exposición en Ámsterdam, a la que se sumarían otras en Venecia, Nueva York, Graz, Viena, Vermont. Como si el final de cada década le trajera nuevos intereses, o le urgiera a cambiar sus técnicas, sus representaciones, a finales de los 80, la sinécdoque entra en un momento de intensificación abstracta. Las formas se volvieron trazos.

A este periodo corresponde la serie “Pintura abstracta”, de trazos espontáneos a la vez que deconstructivos -donde alcanza “libertad imaginativa y mayor compromiso con el color y la estética”-, como se aprecia en “Comunicación misteriosa” (1992).

Más tarde Chalco se interesa por la migración, tema que expuso en museos de varios países. Sobre tonos fríos, volvía a representar rostros, esta vez desfigurados, para las series “Migrantes” y “Corruptos”.

Luego de ese periodo, ha llegado el artista a una etapa de introspección, de inquietudes universales para las que usualmente se representa a sí mismo, en distintas posturas, ya como ángel, ya como demonio, o despojado de divinidades, en actitud de bestia -una contra la que mantiene una constante lucha, dice- en una serie denominada “Imágenes profundas”, que recoge sus trabajos de los últimos años, donde habla de la psiquis y las pulsiones en esa dialéctica del yo múltiple que vive en eterna discusión consigo mismo.

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