Benedetti, el mito discretísimo
Cuando cumplió 80 años, Casa de las Américas de España decidió rendirle un homenaje, pero él se opuso rotundamente a que le llamaran homenaje a tal celebración.
Una semana duró el agasajo y todos los días el humilde escritor, el anfitrión cálido, se hizo presente en el "no homenaje" para compartir con sus seguidores.
La uruguaya Hortensia Campanella, directora de la Fundación Mario Benedetti, conoció muy bien al escritor, al poeta, a su amigo.
El primer encuentro entre los dos fue en España, allá por la década de los 80, cuando ambos vivían en el exilio: ella, una escritora joven que como admiradora de la hondura de su tinta buscaba una entrevista; él, un poeta consumado que llevaba bajo el brazo su nuevo sueño literario: "Cotidianas".
Ese primer contacto se convirtió en una amistad que perduraría 30 años, con Luz (López Alegre), esposa del escritor, y Héctor, esposo de Hortensia, a la diestra de los dos.
La nostalgia de un Uruguay lejos y estrangulado por la dictadura afianzó esa camaradería entre los cuatro que estuvo cohesionada por dos compromisos abisales: la literatura y la lucha política, porque con esa misma pasión con la que Benedetti insufló latidos a sus versos, defendió la defensa de los derechos humanos durante la dictadura de su querido Uruguay.
"Mario Benedetti era una persona muy cercana a los demás. Así como buscaba en su literatura acercarse a los lectores de un modo directo y transparente, en el trato humano también era así. Era una persona que controlaba bien su ego; era muy cercano, afable. Podía dialogar de un modo muy abierto, muy grato con la gente", dice de él Hortensia al otro lado del teléfono, desde la "Tacita de plata".
Si se pudiera cifrar a Benedetti en un logaritmo el resultado tendría dieciséis letras: "m-i-t-o d-i-s-c-r-e-t-í-s-i-m-o"; ese mito discretísimo que le endosó a Montevideo (en su poesía) y que parece más bien un autorretrato suyo, una suerte de redundancia, un ejercicio de mimetismo con la ciudad donde creció literariamente.
Su concomitancia con Hortensia por sus afanes literarios y políticos, matizados por una dictadura que los llevó al otro lado del Atlántico, fraguó no solo una relación entrañable sino también la creación de una fundación que, a su muerte y con su peculio, velaría por la literatura y por la defensa de los derechos humanos, especialmente la de aquellos detenidos-desaparecidos del Uruguay áspero de Juan María Bordaberry.
Así lo dispuso y así ha sido: la fundación continúa en pie, perpetuando el legado de su mentor.
Hortensia Campanella habló con El Telégrafo, cansada, pero al mismo tiempo entusiasmada por la eclosión de eventos que se desarrollan y que se avecinan en Uruguay y en tantos otros territorios donde la poesía de Benedetti fue el cigoto de amores jóvenes y maduros; legítimos y clandestinos, fugaces y perpetuos.
Arrancan los "no homenajes" por los cien años de nacimiento de uno de los grandes poetas hispanoamericanos, don Mario Benedetti, quien hoy cumple 100 años, pero mañana también y en los próximos meses sin duda. Así, sin tregua.
Agradecimiento: Hortensia Campanella, directora del Consejo Directivo de la Fundación Mario Benedetti.