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Artistas pioneras de Latinoamérica llegan a Nueva York en una muestra

Waiting, obra de 1982 de la artista brasileña Josely Carvalho, quien vive y trabaja entre Nueva Yory y Río de Janeiro. Derecha: Edita (la del plumero) es una obra de 1977 de la artista Sandra Eleta, una fotógrafa y realizadora audiovisual panameña que nació en 1942.
Waiting, obra de 1982 de la artista brasileña Josely Carvalho, quien vive y trabaja entre Nueva Yory y Río de Janeiro. Derecha: Edita (la del plumero) es una obra de 1977 de la artista Sandra Eleta, una fotógrafa y realizadora audiovisual panameña que nació en 1942.
Fotos: hammer.ucla.edu
15 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura y AFP

La cubana Ana Mendieta se autorretrató haciendo un “trasplante de barba” con un amigo hace más de 40 años, y al año siguiente utilizó su cuerpo desnudo en chocantes performances de una violación real ocurrida en un campus universitario estadounidense.

La panameña Sandra Eleta fotografió a sirvientas, una de ellas de uniforme, maquillada y recostada en una lujosa butaca con su plumero como si fuese un frondoso abanico, en una evocación de la ocupación militar estadounidense y un canal donde los panameños solo eran bienvenidos como servidumbre.

La brasileña Leticia Parente se filmó mientras cosía en su propio pie la frase Made in Brasil, una autotortura en plena dictadura militar. La mexicana Ana Victoria Jiménez fotografió sus manos limpiando el inodoro, cocinando, doblando ropa.

Durante la dictadura de Pinochet, Gloria Camiruaga hizo videoarte lamiendo con sus hijas coloridos helados de palito que tenían dentro soldaditos de plástico.

La colosal exposición Mujeres radicales: arte latinoamericano 1960-1985, con obras de artistas latinoamericanas e hispanas en Estados Unidos no muy conocidas pero pioneras en representar al cuerpo femenino, abrió este viernes en el Museo de Brooklyn en Nueva York.

En plena era del movimiento #MeToo contra el abuso sexual y protestas en Latinoamérica contra las trágicas cifras de feminicidios, la exposición presenta unas 260 obras de más de 120 artistas de 15 países que ampliaron el canon del arte contemporáneo durante un período de gran agitación política y social y mucha experimentación, con fotografías, videos, performances e instalaciones, así como pintura, escultura y grabados.

El machismo en el arte
“No hay un tabú”, dijo a la AFP una de las curadoras, Cecilia Fajardo-Hill, que destaca la idea de la radicalidad. “Puedes hablar de la sangre menstrual, de la tortura, o hacer una obra poética”.

Para la curadora, “estamos en un momento en que peleamos por los derechos de las mujeres” y en ese contexto la exposición “adquiere una significación mayor” e inspira a jóvenes artistas que luchan por sus derechos y solo encuentran en los libros de arte a referentes hombres.

La cocuradora Andrea Giunta coincide en que hay “mucho machismo en el mundo del arte”.

Giunta, parte del movimiento Nosotras proponemos que busca demostrar la invisibilidad de las mujeres artistas en las colecciones de los museos, contó que llevó siete años montar la exposición, y que durante los primeros cuatro enfrentó una dura oposición.

Le decían que una exhibición de este tipo reforzaría “el estereotipo del machismo latinoamericano”, o que no tenía sentido “porque las mujeres ya han sido valorizadas”. Pero investigó, consiguió estadísticas y logró seguir adelante con sus planes.

Según Giunta, las mujeres representan el 30% del mundo del arte, pero el promedio es del 16% en el arte contemporáneo.

Sobrevivientes
En la muestra, dividida en secciones como ‘Resistencia y miedo’, ‘Feminismos’ o ‘Erótico’, las artistas procesan sus experiencias, que incluyen la cárcel, el exilio, la tortura, la agresión sexual, el racismo o la maternidad.

Si bien la exposición incluye a conocidas artistas como la brasileña Lygia Pape o la argentina Marta Minujín, la mayoría de las obras pertenecen a creadoras menos conocidas, como la venezolana Ani Villanueva.

Esta artista, que viajó especialmente desde Caracas para la apertura de la exposición, se detiene frente a su obra, un video de su primera performance pública a los 28 años. “Yo soy ese cuadro móvil”, dice mientras se suceden imágenes de ella totalmente cubierta por una tela pintada por su madre, bailando.

“Veo todo esto y pienso que somos realmente mujeres universales, no solo latinoamericanas”, explica a la AFP esta vivaz bailarina de 63 años, que prepara ahora una instalación sobre la esperanza con “mujeres guerreras” en Venezuela.

“Yo soy una sobreviviente de la violencia de género y de muchas cosas, pero estoy tratando de comunicar que puedes elevarte sobre la bondad o la maldad y expresar tu libertad interior de una manera más abstracta”, dice.

Organizada por el Museo Hammer de Los Ángeles, la exposición podrá verse en Brooklyn hasta el 22 de julio. (I)

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