40% de ediciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana se dona
Al ingresar a la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) matriz uno se tropieza con una exposición en la que se encuentran revistas colgadas como si se tratara de un cordel con ropa limpia. Es la revista La Casa, que imprime esa institución en dos máquinas que llevan ya un cuarto de siglo. La revista, que cuenta los secretos, encuentros y desencuentros de las actividades de la Casa, forma parte de las 482 publicaciones que se realizaron en los 8 años de gestión de Marco Antonio Rodríguez, un personaje cuestionado de un lado y aplaudido por otro.
La publicación de libros, sin embargo, aparenta ser la mejor defensa para los dardos que lanzan sus críticos. El director de publicaciones, Fabián Guerrero, al que se lo sorprendió leyendo, en su oficina, suelta nombres de escritores y títulos de obras y colecciones y al final entrega un informe de 14 páginas en las que se detalla el número de publicaciones. En la última página aparece la cifra total de obras -482- y el trabajo pertenece a la publicación de catálogos “Sinfonía de Luz y Color”, del pintor Julio Cevallos, del que se imprimieron 1.000 ejemplares.
El informe de publicaciones que va desde agosto de 2004 hasta julio de 2008 precisa que de los 482 trabajos, 337 son libros, 16 son cuadernos mínimos, 85 son revistas y 44 son catálogos de artistas plásticos. El Departamento de Publicaciones, que se encuentra frente a la Presidencia, indica que dentro de los 337 libros existen alrededor de 12 colecciones, cada una de ellas con un concepto y característica específicos, que se recogen de entre 4 hasta 32 libros de diferentes autores nacionales.
Entre las colecciones están: Apuntes históricos, Bicentenario, Casa de la Cultura Fonsal, Memoria de Vida, Poesía Junta, Palabra al Día, Palabra Viva, Con alas propias, Ideas libres, Narrativa oculta, Serie Patrimonial y Tierra Adentro, esta última se convierte en uno de los trabajos del que más se enorgullecen el presidente y el director de Publicaciones.
“Por primera vez en la historia la Casa se arriesga a publicar en cualquier género el trabajo de los intelectuales de provincia”, dice Guerrero, y añade que la idea es acabar con el “quiteñocentrismo y dar a conocer de pedacito en pedacito ese otro Ecuador”. Rodríguez, por su parte, asegura que una de sus “obsesiones” fue trabajar por los núcleos y por los gestores culturales de provincia de los que existe una suerte de indiferencia. “A ese sector se lo debe enmendar y en tal virtud hemos publicado 37 libros de provincia y se han expuesto de 50 a 80 trabajos de artistas plásticos. Ese es mi mayor logro en ocho años”, concluyó, aunque en el informe aparecen 32.
En cuanto a que la CCE publica a amigos del presidente, contesta con un contundente: “No, perdón, a eso yo llamaría pequeñez humana, ¿qué amiguismos?”, se repregunta, y añade que “es imposible satisfacer a todos” y enumeró nombres de sus más cercanos colaboradores, los que realizaron publicaciones, pero fuera de la institución. “Fabián Guerrero, director de Publicaciones, ha sacado 4 libros de poesía, ninguna en la institución; yo he publicado 7 libros, uno ha sido impreso aquí (aunque en el informe de publicaciones de la CCE su nombre aparece 7 veces), pero por pedido de la Junta Plenaria, el resto lo hice afuera. Marco Proaño Maya, representante mío en el Consejo Nacional de la Cultura ha publicado 3 libros, ninguno de ellos aquí; Leonor Bravo publicó 5 libros durante este tiempo, ninguno aquí; Violeta Luna, a ella sí se le publicó, pero por favor, es Violeta Luna”, exclamó con voz tajante.
Para publicar una obra literaria en la CCE, primero se debe pasar por la Comisión Lectora, que está compuesta por dos especialistas en temas de lenguaje que analizan los textos. “Esa comisión tiene la potestad de admitir la publicación, no admitirla y, la última, admitirla a condición de que el autor realice las observaciones que ese organismo emita”, comenta Guerrero, que también es catedrático universitario.
Durante los 8 años de la gestión de Rodríguez la CCE emitió un total de 418.695 ejemplares, los cuales van a un canal de distribución definido y en el que el espíritu no es venderlos, sino entregarlos a grupos interesados. “La Casa tiene una conformación espiritual totalmente distinta al del circuito comercial, a la Casa no le interesa vender el libro, le interesa difundir, ponerlo en las manos seguras de gente realmente interesada en el libro y en el autor”.
El director y catedrático precisó que del 100% de una obra publicada, el 30% se entrega al autor que puede ponerlo en el circuito comercial, el 30% lo entrega a la librería y el 40% se dona tras un análisis. “Tampoco se hace una entrega indiscriminada”.
Las donaciones se entregan a los núcleos de las 24 provincias, luego se atienden las peticiones de universidades, instituciones públicas, privadas, escuelas y de la comunidad en general, relata Edmundo Tapia, protector de los libros de la bodega de la Casa. Así nos mostró un documento en el que un director de un grupo de teatro solicitó 500 libros, los que entregaría de forma gratuita a los asistentes de la obra, “estimulando de esa manera la lectura”.
La mayoría de donaciones funciona con ese proceso y se entregan hasta 1.000 libros de varios autores, los cuales equipan bibliotecas, sobre todo de provincias, precisa Tapia. El funcionario añade que otra de las modalidades para la venta son las ferias, tanto nacionales como internacionales, y dada su experiencia en el caso, se dio cuenta de que los que más leen son los guayaquileños.
Otra de las políticas que se establecieron es que, en las ferias internacionales, las obras se queden con la entidad organizadora para que esta a su vez done a grupos específicos. “El libro ecuatoriano está circulando”, dice Guerrero, aunque no lo argumentó con cifras.
Tapia, a más de enviar las publicaciones a sus destinos, tiene a su cargo cuidar los 380 títulos que no fueron distribuidos. En bodega están de 12.000 a 15.000 libros, afirma, y comenta que, para que no se deterioren, es mejor mantenerlos en cartones.
Los 418.695 ejemplares publicados fueron trabajados en su totalidad en la CCE en dos máquinas de imprenta que tienen 25 años, indica Fidel Borja, quien lidera a un grupo de 12 artesanos que se hacen cargo de las impresiones a full color y blanco o negro, según las peticiones. “Si existieran máquinas más modernas se harían más libros y se podría atender a más gente”, manifiesta Borja, mientras enseña una encuadernadora parada por daños.
Este departamento, además de ejecutar las impresiones, se encarga de establecer los costos, los cuales se determinan por la calidad y cantidad de material que se usa.
Las obras editadas por la CCE van de los 8 a 25 dólares y son distribuidas en la librería de la institución, en donde se han agotado obras como la del Bicentenario o la Obra Incompleta de Jorge Enrique Adoum, como muestra de que en el país también se lee a creadores y escritores nacionales.