La Biblioteca Nacional de Austria, belleza e historia
Es necesario hacer fila para entrar y estar en el centro histórico de Viena, la capital austriaca. La ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001, está bañada por el río Danubio y fue la residencia de Strauss, Mozart y del pintor de Art Nouveau Gustav Klimt.
Allí, en una sala independiente del complejo del Palacio el Hofburg, está la Biblioteca Nacional de Austria, uno de los lugares más visitados por los turistas en el país adoptivo de la emperatriz Sissi, esposa de Francisco I de Austria.
La Biblioteca es un monumento histórico, de estilo barroco que combina varias tendencias arquitectónicas. Está considerada una de las bibliotecas más bonitas del mundo y es impactante a primera vista. Fue construida por orden de Carlos VI entre 1723 y 1726 y guarda tesoros de la memoria escrita de Austria y del imperio austro húngaro.
A su ingreso resaltan los pisos de mármol, las estatuas de ese material y los libros agrupados en anaqueles de madera, que parecen infinitos porque están a una altura de 20 metros. Pero, quizá, lo más sorprendente y llamativo es su cúpula, con frescos del pintor de la corte imperial, Daniel Gran. El tumbado me recordó a la Capilla Sixtina del Vaticano.
La Biblioteca Nacional de Austria conserva 8 millones de documentos, 200 mil tomos, 15 mil libros de los años 1500 y 1850, entre ellos los de la Reforma de Martín Lutero. También 35 mil libros en esperanto y en otras lenguas; papiros, partituras musicales, manuscritos y grabados.
En medio recorrido me topo con un grupo de niños de distintas nacionalidades, sentados en el piso. Ellos atienden la explicación de su maestra y miran con curiosidad hacia arriba. También encuentro un inmenso globo terráqueo veneciano y veo cómo era el mundo que ellos imaginaban en esa época.
Allí está Europa, el norte de África y una desdibujada Latinoamérica. Pienso en el valor de la memoria y salgo. (O)