Un calor intenso y un sol que golpea implacable son las características del día de Guayaquil en la actual temporada. Desde muy temprano se empieza a sentir cómo la temperatura sube, el pavimento arde, el interior de los carros se convierte en un horno que ni siquiera puede ser aplacado por el aire acondicionado que, en esas circunstancias, parece expulsar aire caliente cuando el conductor recién lo prende para tratar de refrescar el ambiente.

Por su parte, los peatones tratan de protegerse bajo alguna sombra, pero las palmeras o los raquíticos arbolitos que abundan en la urbe poca protección dan ante el sol inclemente. Es ahora cuando se extrañan los frondosos árboles caídos en una guerra perdida contra el gris y el cemento.

Además, los incendios forestales se incrementan. En las últimas 48 horas, los bomberos de Guayaquil han tenido que atender este tipo de emergencias en el sector de Cajas Viejas (km. 22 vía a la costa), Chorrillo (vía a Daule), Socio Vivienda, entre otros. Es la mano humana depredando la naturaleza.

Pero cuando llega la noche la situación cambia radicalmente. El termómetro que al mediodía marcaba 35 grados centígrados, baja y registra temperaturas de 20 grados, y en ocasiones hasta un poco menos.

El calor sofocante del día da paso a un frío inusual, acompañado por el viento que sopla con tanta fuerza, que la noche del pasado martes 3 de septiembre varios árboles y estructuras fueron derribados por el ventarrón en el norte de Guayaquil.

Esa vez, a partir de las 21:00, los bomberos tuvieron que correr de Sauces 6 a la ciudadela Albatros, y luego de Urdesa al centro para cortar los troncos caídos y reducirlos a escombros. También se derrumbó una valla publicitaria y mamposterías de edificaciones.

La moda también cambia, marcada por la temperatura. En el día son camisetas, blusas y ropa fresca. En las noches, chompa y pantalón largo. Los contrastes de un clima loco en Guayaquil. (O)