Publicidad

Ecuador, 23 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

La clase media ¿consumista y frívola?

La clase media ¿consumista y frívola?
06 de septiembre de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

La clase media es un sector que consume. Está pendiente de las rebajas, de los mejores precios; compra a plazos; utiliza la tarjeta de crédito para viajar. Paga el auto en cómodas cuotas mensuales y vive holgadamente. Incluso puede destinar una parte de sus ingresos a gastos no solo de subsistencia. Adquiere libros, va al cine, come en buenos restaurantes, cursa estudios de cuarto nivel, acude al gimnasio, viaja. No siempre se conforma con lo que tiene, siempre mira un paso más allá, mientras el presupuesto aguante.

Un estudio del sociólogo Carlos Seijas, profesor de la Universidad de Salamanca, en España, señala que la clase media es la que “por exclusión no pertenece al gremio de los empresarios e industriales, pero tiene suficiente capital para no ser considerada pobre”.

Ramiro Andrade, historiador e investigador, comenta que la clase media en nuestro país se queja, con cierta regularidad, de la crisis económica, pero no se abstiene de comprar y tratarse bien.

“Cada vez que salgo hay filas en todas partes: en el parqueadero, en el patio de comidas, en el banco... Si uno se fija, hay gente que consume de lunes a viernes y no solo los fines de semana”.

De acuerdo con el Banco Mundial, las alternativas para definir a la clase media dependen de la perspectiva del investigador: los sociólogos y politólogos suelen definir a la clase media en términos del nivel educativo, del empleo o de la propiedad de activos, que incluye la propiedad de bienes, como vivienda.

Mientras que los economistas tienden a centrarse más en el nivel de ingresos.

Alejandra Delgado, socióloga y catedrática de la Universidad Católica, advierte que la clase media en Ecuador es diversa y responde a la territorialidad donde se ubica y al proceso económico que enfrenta. “En nuestro país, la clase media ha crecido, precisamente por los procesos de bonanza económica. Por un lado, el alza de sueldos y por otro el hecho de vivir en un país con una economía dolarizada”. Esto —precisa— ha provocado que la clase media se haya enfrentado de manera más directa a los procesos de consumo, pero es el reflejo de la sociedad en general. “En la clase media se ha hecho más evidente esta dinámica de consumo ligada a estos nuevos estándares de vida”.

Si bien esta clase media es diversa, hay ciertas señales que demuestran que busca parecerse más a la clase alta y, al mismo tiempo, diferenciarse de quienes no están a su mismo nivel. Para Delgado, este es un fenómeno que predomina en el país. Desde el punto de vista cultural, se lo puede llamar proceso de blanqueamiento, en el cual exite “un desprecio a aquello que nos liga más con los referentes agrarios. En este proceso de blanqueamiento buscamos tomar distancia de lo campesino y apegarnos a todo aquello que consideramos progreso económico”.

Eso implica que, lejos de abandonar los referentes de colonización, nos enfrentamos a un nuevo horizonte de colonización.

De cierta manera, la clase media es el reflejo de un horizonte neocolonial.

Según la catedrática, hay sectores de la clase media que tienen como referente de vida el modelo estadounidense. En este sentido, no se trata solo de un problema de consumo de bienes y servicios, sino también de identidad. Eso significa que no solo se quiere adquirir los bienes ligados al modelo de consumo del éxito y del progreso que se tienen como referente, sino que también hay un deseo latente de querer ser como ellos y querer aparentar ser algo que no somos. La socióloga cree que en las redes sociales ha aflorado un profundo sentimiento racista que todavía persiste en la sociedad ecuatoriana, a propósito de las últimas manifestaciones indígenas.

“Nos reconocemos a nosotros mismos dentro del parámetro que divide al mundo entre centro y periferia; entre desarrollo y subdesarrollo; entre civilización y barbarie”.

Existe también una cierta jerarquía racial que se combina con la de clase. Se presupone que alguien de clase media es blanco o, lo que es lo mismo, no es un negro o un indígena, por ejemplo.

En esta clase media, muchos buscan emular el estilo de vida estadounidense.

Las formas tienen más valor que el contenido

El segmento juvenil no ha conseguido escapar a esta lógica de consumo. Hay muchos jóvenes que prefieren viajar en bus, pero tener el último modelo de teléfono iPhone o comprar un carro costoso que adquirir una vivienda.

En este sentido, el consumo material tiene relación con los mecanismos de aceptación social, ¿qué significa tener un iPhone?

Más allá de su presencia material, el celular o cualquier otro objeto le permite al joven acceder al estatus simbólico de reconocimiento social.

Según Alejandra Delgado, estas manifestaciones demuestran que vivimos en una sociedad de bambalinas. “Prestamos atención y damos más valor a las formas que a los contenidos”. En una sociedad de bambalinas, hay mucha gente que disfruta acumulando objetos que considera de valor y es una forma de consumo que atraviesa a todas las esferas.

Habría que preguntarse —dice la catedrática—: ¿Dónde almuerzo?, ¿dónde me visto?, ¿por dónde transito?, ¿dónde estudio?

“Me parece que se empieza a estratificar nuevamente a la educación, se estratifica la sociedad en general”.

Natalia Sierra, socióloga, investigadora y docente, indica que la clase media es un sector social que tiene cualidades propias.

Según las diversas teorías sociales, es una clase que tiene como referente de vida la posibilidad de alcanzar los niveles de la clase alta.

Todo esto está ligado con la ideología del progreso que atraviesa a toda la sociedad moderna. El referente son las clases altas por estar más cerca de estos sectores. Se los observa, se busca imitarlos y se quiere alcanzar ese nivel. “Esto es lo que se conoce como arribismo social”.

Por otro lado, en esta clase media homogénea, hay quienes buscan emular el estilo de vida, como ya se mencionó, de países como Estados Unidos y, según Sierra, esto tiene su explicación. “Este estilo de vida se impone como la forma de vida civilizada”.

Según la socióloga, también hay gobiernos que asumen esta posición y es lo que se denomina colonización, una colonización que se impone como valedera.

“Estos gobiernos son los que se encargan de decirnos que sus universidades (las de Estados Unidos) son buenas, al igual que su comportamiento. Son nuevos procesos de colonización cultural”.

Es un hecho que el capitalismo necesita construir consumidores, porque de lo contrario no existe lo que Sierra llama ‘valorización del valor’. Es así que para mantener este modelo se necesita configurar sujetos consumidores.

Sierra coincide con que la clase media en Ecuador creció, producto de los altos precios del petróleo.

Este crecimiento no solo se dio a nivel económico, sino también desde el punto de vista ideológico. Surgieron también grupos sociales más intelectuales que consumistas. De hecho, hay muchas familias de la clase media que privilegian más el capital cultural que el económico. Eso significa que dan más valor a lo que se conoce como privilegio cultural.

Definir a la clase media, según las sociólogas, no es una tarea sencilla, porque no se trata solo de una cuestión económica ni de una categoría estadística. En realidad, implica variables culturales como prácticas, hábitos y actitudes. Pertenecer a la clase media conlleva una identidad simbólica que engloba capital económico, social y cultural. De la combinación de estos componentes resulta un grupo heterogéneo de actores sociales que se denominan a sí mismos como clase media.

En este grupo, siempre heterogéneo, hay una clase media light, cuyas máximas aspiraciones son el éxito individual y el reconocimiento social, es decir, aparecer en las páginas sociales de las revistas. También existe una clase media progresista que todavía cree en el valor de la justicia social, de la equitativa distribución de la riqueza, del país integrador y no excluyente.

Hay muchas familias de la clase media que privilegian más el capital cultural.

Cuestión de identidad

Una investigación desarrollada por el historiador argentino Ezequiel Adamovsky pone hincapié en un aspecto que para los sociólogos resulta fundamental a la hora de hablar de la clase media:

Este investigador dice que todo el mundo piensa que la clase media es un grupo social concreto de la población que comparte determinadas pautas “objetivas” de vida, como tener un nivel de ingresos o un tipo de ocupación. Asegura que esto se traduce en rasgos “subjetivos” también compartidos, como estilos de consumo, nociones morales, entre otros. Para Adamvosky, todo esto es solo una ilusión. Él sostiene que la clase media no es una clase social propiamente dicha, sino una identidad.

Todo indica que tener una identidad específica suele ser uno de los atributos que dan cuerpo a las clases sociales. Pero eso no significa que toda identidad necesariamente indique la presencia de una clase.

Por ejemplo, la clase media es una identidad que, a pesar de su nombre, no se apoya en una verdadera clase social. Según Adamovsky, no se trata de un grupo concreto de la población, distinguible de otros por criterios objetivos, sino de una identidad específica que fue haciéndose carne de diversas maneras en diferentes grupos de personas.

Cuando este académico utiliza el término identidad, no se refiere a que sea un grupo concreto de la población dotado de alguna característica “subjetiva” en común, una especie de mentalidad o forma de ver el mundo que sea idéntica para todos los que se sienten de clase media. La clase media no designa a ningún grupo concreto, a ninguna entidad, como quiera que sea definida. Para él, la clase media existe, pero se trata de un conjunto de representaciones que se han entrelazado con el transcurso del tiempo y que se ponen en juego cuando las personas se identifican como pertenecientes a esta clase media.

Ese conjunto incluye diversos elementos, algunos económicos y otros culturales. Entre los económicos, cuando uno dice “clase media” supone, como mínimo, que se trata de personas que no son pobres.

Para otras personas (pero no para todas), definirse de ese modo también supone que el tipo de trabajo que ejerce no es de tipo manual y, además, que ser de clase media involucra saber consumir con determinado estilo.

También hay pautas culturales cuando alguien dice “soy de clase media”. Esto significa que posee un mínimo de educación formal y modales apropiados. Muchas personas prefieren considerar que pertenecen a la clase media por diversas razones: ser pobre puede ser estigmatizante, sobre todo, si además está el sesgo racista, según lo advierte este investigador. Pero también, si uno es rico, es más cómodo considerarse de clase media-alta, porque también existe una visión negativa del mundo de los ricos, porque se asume que la gente adinerada es insensible e indiferente a los problemas sociales.

EL ESPECIALISTA

“La clase media buscará acercarse siempre a la clase alta”

El consumismo es producto de la globalización. Allí lo grave es la desindividualización de los sujetos. Me parece que el consumo afecta a variables emocionales muy profundas y no es solo una cuestión de la clase media. Eso me parece que es un prejuicio.

De alguna manera, el modelo de consumo despoja al ser humano de su capacidad de decidir por sí mismo y lo empuja a la masa social. Esta masa definirá gran parte de sus actividades, a través de las adquisiciones que realice. El comprar es, además, un mecanismo de evasión social. Hay muchas maneras de acceder a lo que llamamos la modernidad. Es evidente que la clase media buscará acercarse siempre a la clase alta y alejarse de la baja. La clase media es educada con los principios de administración y gestión del poder.

Debes tener un título, ser alguien en la vida para poder trabajar en un sitio. El título se convierte así en un tema de prestigio, no de necesidad. En los estratos bajos, el título no es el fin. A ellos les interesa ponerse un negocio. No están atraídos por estudiar. La clase media es para estudiar, no nos educan para ser empresarios ni para emprender.

Gonzalo Ordóñez, catedrático UASB

Contenido externo patrocinado