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El Telégrafo
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La generación Bataclán aprende a sobrellevar el miedo

13 de noviembre se perpetraron varios ataques terroristas en la capital francesa.
13 de noviembre se perpetraron varios ataques terroristas en la capital francesa.
29 de noviembre de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Después de vivir el terror provocado por los atentados en París, los franceses han optado por salir a las calles, frecuentar bares y restaurantes y enfrentar el miedo sin atrincherarse en sus hogares.

Los más jóvenes, quizá, lo han asumido de mejor manera e intentan que el miedo no los paralice.

Hace poco, el diario francés Libération acuñó un término para describir, de algún modo, a estos ciudadanos franceses y los llamó generación Bataclán, una generación que se divierte y a la cual describen como cosmopolita y libre.

Según testimonios recogidos por Libération, algunos jóvenes galos creen que los ataques también iban dirigidos a ellos, pero, en especial, a su modo de vida. “Por eso lloramos”, relatan los franceses consultados.

Penélope V. y su amiga Lorraine M., estudiantes universitarias, decidieron recorrer, hace unos días, el barrio donde se produjeron los ataques. Saben que encerrarse no es una solución. “Tenemos que mostrar que no nos someteremos. No viviremos atemorizadas”, comentan, en una entrevista sostenida vía Internet.

Aunque todos los días recorren las calles de París para acudir a la universidad, no han dejado de estar alertas. Ellas, al igual que muchos otros ciudadanos franceses quieren retomar su vida y superar el miedo.

Precisamente, a los pocos días de los atentados, un artículo del diario español El País, citaba las declaraciones de Javier Perianes, pianista español, quien brindó un recital de música en Francia, él insistía en que lo mejor es reaccionar con normalidad.

“Hay que demostrarles a los terroristas que no han alterado nuestra vida ni nuestra celebración de la cultura en Francia”. En este país, muchos jóvenes concuerdan en un aspecto: los islamistas han intentado comprometer su manera de vivir, su civilización. “Han ido a por nosotros, los jóvenes, para escarmentar el placer de vivir o la costumbre de hacer vida nocturna. No tenemos miedo de volver al teatro”, comentan varios franceses entrevistados en cadenas de televisión locales. Una de ellas, la joven Sophie Halliot, comentó que no hay razón para vivir atormentándose con la idea de ser víctima de un nuevo atentado. No tiene sentido sentir miedo, si quieren matarme, qué puedo hacer”.

El metro era, antes de los atentados, uno de los lugares más frecuentados por los franceses. Desde el 13 de noviembre, el número de usuarios ha disminuido.

Frédéric Raberin, quien nació en Nancy, una ciudad francesa, capital del departamento de Meurthe y Mosela en la región de Lorena, al noreste de Francia, considera que los atentados atemorizaron a muchos ciudadanos, pero está convencido de que nadie puede vivir todo el tiempo con miedo.

“Los atentados no pueden cambiar el estilo de vida francés. Siempre fuimos educados para sentarnos a tomar un café o comer en un restaurante y pasar horas conversando”.

Los fines de semana, los galos suelen acuder al cine, al teatro, a los espectáculos al aire libre, en fin, a diferentes actividades que se desarrollan no solo en la capital francesa, sino en otras ciudades del país.

“Mucha gente busca las terrazas para tomar algo y charlar. Después del trabajo, pero, en especial, los fines de semana es la mejor oportunidad para reunirse. Me parece que después del shock de los atentados, la gente salió a los bares y restaurantes como un manera de reinvindicar de la libertad”, comenta. Para este francés, salir a las calles es una suerte de desafío para ellos mismos. Raberin, quien es profesor del Colegio La Condamine, en Quito, concuerda en que los atentados podrían entenderse como un mensaje que cuestiona el modo de vida de los franceses, muy vinculado con el placer, la música, la buena comida, la buena compañía.

Para el francés Tristan Ustyanowski, la vida se retoma a pesar de todo, en particular, en ciudades, donde se han producido atentados. “La gente siempre sigue adelante, no se puede vivir recluido. En París, la gran mayoría de bares, teatros y cines abrió de nuevo, apenas unos días después del atentado. Nadie quiere que sus costumbres cambien”. Tristan explica, además, que Francia se encuentra en estado de emergencia y la medida fue extendida por 3 meses.

“Una situación de este tipo no se había vivido desde los años 60. Yo nunca había visto militares con traje de guerra en París. Obviamente esto lo afecta a uno”.

Estas medidas, según su opinión, parecen ampliamente aceptadas en este momento de emergencia.

Ramiro Andrade, historiador, quien ha viajado a Francia en varias ocasiones, dice que pocas actividades son tan propias de los parisinos como hacer una pausa en su acelerado estilo de vida para sentarse a beber un buen expreso en uno de los tantos cafés de la ciudad, sea al interior o fuera, bajo el tejado de una soleada terraza.

En las redes sociales

En los últimos días, los franceses han creado en Twitter la etiqueta #Jesuisenterrasse (Estoy en la terraza), con el que se anima a todo aquel que esté en París a mostrar imágenes en terrazas y cafés de la ciudad.

Algunas de estas fotos son capturadas en diversos bares, restaurantes y cafeterías, como un local conocido como el Bobo, envuelto en una relajada atmósfera que invita a degustar sus tostadas de productos regionales, la de Brie de Meaux, carpaccio de remolacha, chorizo de bellota, entre otros platillos.

Escritores, cineastas, poetas, pintores, artistas, niños bien y turistas frecuentan las abigarradas mesas de este café de estilo 100% parisinas.

Siempre atentos

Alexane, de 22 años, es una francesa que vive actualmente en París. En una entrevista por Internet, cuenta que no vive con miedo, pero se mantiene alerta. “No quiero levantarme con el miedo de morir. El ambiente es pesado y las discusiones sobre este tema se dan todos los días. Todavía hay mucha gente en mi trabajo que tiene temor”.

Uno de sus amigos fue víctima de los atentados. “Él estaba en un bar y le impactaron 2 balas en la espalda. Está vivo, pero no ha superado el trauma. La escena fue terrible y su testimonio, conmovedor”.

Alexane coincide con otros ciudadanos parisinos al indicar que es necesario seguir adelante, pero sabe que la amenaza está latente.

“Sé que muchas personas actúan y piensan que la batalla no está perdida. En estos momentos, es necesario mantener un espíritu colectivo para superar la ansiedad y ser más fuertes. Tenemos que seguir viviendo”. Comenta, además, que los jóvenes quieren disfrutar, vivir plenamente y seguir asistiendo a restaurantes y bares.

“Creo que vamos a continuar nuestras actividades y nuestra salidas, pero debemos permanecer cautelosos y atentos a la información.

Alexane dice que muchos franceses evitan tomar el metro y no alejarse mucho de sus sitios de trabajo y hogares. Esta joven tiene un negocio en la capital francesa y casi todos los días policías y militares recorren el área. Su sola presencia genera preocupación y ansiedad.

Quienes se sienten identificados con la generación Bataclán, aseguran que son personas entre 25 y 40 años, caracterizadas por frecuentar barrios bohemios.

Muchos son hijos de inmigrantes, preocupados de los valores sociales y, en general, simpatizantes de izquierda. Un artículo publicado en el diario chileno La Tercera, advierte que quienes integran esta generación son abiertos y culturalmente activos. En general, tienen buenos títulos, defienden valores, tienen mucha vocación por sus trabajos creativos y son considerados como una juventud promesa.

No todos los franceses están de acuerdo con que los llamen generación Bataclán, sobre todo, porque muchos de ellos se identifican con un segmento más amplio, una generación resistente que continúa enfrentando el miedo.

Hay ciudadanos que comenzado a salir en un acto de desafío al terrorismo para “demostrar que no tenemos miedo de vivir nuestra vida (...) nuestra generación está determinada en afirmar su libertad”.

En realidad, los jóvenes franceses tienen hoy más preguntas que respuestas. Muchos están conscientes de que podrían haber sido ellos o sus amigos las víctimas de los atentados. Aunque aprenden a sobrellevar el temor, la sensación de inseguridad no ha desaparecido.

Solo el hecho de mantenerse alertas demuestra que su vida cambió.

Los jóvenes no han dejado de reunirse en sitios públicos, como bares y restaurantes. Aunque están más atentos, no se dejan vencer por el miedo.

Testimonio

“Nos revisan las mochilas al ingresar a la Universidad”

Desde que vivo en Poitiers, a 2 horas de la capital francesa, nunca vi policías ni militares en las calles. Incluso me parecía inusual no ver uniformados, pero después de los atentados todo cambió. No solo hay más policías en las calles, sino que también nos revisan las mochilas para poder ingresar a la Universidad. El otro día, conversé con un amiga francesa que me comentaba que su tío, psicólogo, le había comentado que el número de pacientes había aumentado.

Si antes atendía un promedio de 5 personas a la semana, hoy tenía entre 10 a 15 pacientes. Este fenómeno también fue dado a conocer por uno de los diarios más reconocidos en Francia, Le Monde, en el cual se describe el aumento en el número de pacientes que acuden al consultorio de los psicólogos, no solo en ciudades pequeñas, sino en las grandes urbes. Aunque hay una sensación muy fuerte de temo, ansiedad e inseguridad, la gente intenta llevar su vida normal. Salen a los restaurantes, acuden a lugares de encuentro para conversar entre amigos y también van al cine. Con el tiempo, pienso, la vida volverá a la normalidad.

David Pozo, estudiante universitario en Poitiers, Francia

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“La presencia de militares es cada vez más notoria”

Intento salir casi todos los días. Hace poco fui a comer en casa de unos amigos. Suelo asistir al cine, sobre todo en la noche, pero me di cuenta que la última vez que fui no había mucha gente en las salas de cine que, antes de los atentados, lucían abarrotadas. Aunque intentamos sobrellevar el temor, la vida en general sí ha cambiado.

Trabajo cerca de una escuela judía y antes había apenas 3 militares; ahora son 5 los que vigilan la escuela. Además, se ven a muchos policías en las estaciones.

Cada vez que ingresas a un supermercado, te revisan el bolso. Además, se escuchan alarmas y helicópteros muchas veces durante el día. La gente se detiene a mirar a los otros, están más atentos.

La herida que provocaron los atentados, registrados el viernes 13 de noviembre, es muy profunda. Pero aún con miedo, hay que vivir y seguir luchando.

Hay muchos ciudadanos que se despiertan diciendo: “Hay que cambiar todo”. Si nos ocurrió esto es porque algo no está bien. Nuestro gobierno empezó una guerra, sin preguntar. También hay que debatir sobre esta situación.

Mathilde Leroux Larsabal, ciudadana francesa, vive en Burdeos

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