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El Telégrafo

Libertad de expresión

29 de julio de 2011

La libertad de expresión siempre ha existido, existe y existirá, porque es consustancial con el ser humano, pues desde que nace se expresa espontáneamente, no se necesita “pedir permiso” a nadie para expresar los pensamientos y sentimientos, ya sea por medio de la palabra, la escritura o por actos y/o gestos, siempre y cuando nos entiendan dentro de los cánones de la mutua respetabilidad.

Muy diferente es cuando, usando y abusando de nuestras facultades de sentirnos “libres” para expresar nuestros pensamientos, y peor aún los sentimientos negativos, usamos y abusamos de los medios y facilidades que nos brindan, para escribir, no directamente a un contradictor, sino al público, para que otros lean los pensamientos y sentimientos de ira, coraje, odio y todo lo negativo que pudiera tener contra la persona ante quien, no teniendo valor de decirle personalmente todos los rencores, lo hace cobardemente de manera pública.

Considero que todos los días, y de todas las personas, siempre estaremos aprendiendo algo; es así que comparto la sabia opinión y enseñanza de un taxista, quien luego de sentarme junto a él, como es la costumbre nuestra, para que nos haga “una carrera”, es decir nos lleve al lugar deseado; él (señor taxista) con amabilidad me dijo que me ponga el cinturón de seguridad y yo le pregunté qué sucedía si no lo utilizo; entonces me dijo que en ese caso un vigilante de tránsito nos haría una citación a ambos para que acudamos al juez y ser sancionados de acuerdo a la ley con la multa correspondiente -y a mí en especial- dijo el taxista, por ser “coadyuvante”, por permitir y por ser cómplice en que usted como mi pasajero viole la ley, se burle de la autoridad, de todos los que sí cumplen la ley, atente contra su propia seguridad; yo como taxista no puedo ser “coadyuvante” ni cómplice de ningún pasajero que a pretexto de su “libertad de pensar y actuar” haga lo que cree dentro de mi taxi, que es mi empresa, en donde yo cumplo las leyes y no permito que otros la violen, de no ser así, con todo respeto, le digo al usuario o pasajero que por favor se baje, que no lo puedo llevar porque no puedo ser partícipe de una violación legal -me lo dijo con firmeza el señor taxista- ante lo cual le presenté mis respetos y admiración, además de mi felicitación por ser digno ejemplo de imitar.

Mientras el ejemplar taxista continuaba en su honesto trabajo, luego de dejarme, recordaba que coadyuvar, derivado del latín adiuvare, de acuerdo al diccionario quiere decir “contribuir, asistir o ayudar a la consecución de alguna cosa”. Y en el Código Penal, en el Art. 42 se reputan como autores a “... los que han coadyuvado a la ejecución, de un modo principal, practicando deliberada e intencionalmente algún acto sin el que no habría podido perpetrarse la infracción”.

También cabe recordar a Eróstrato, triste personaje que quiso pasar a a la historia por incendiar el templo de Diana; así parece que hay algunos “personajes” que ávidos de notoriedad quieren pasar a la historia. ¿Será por algún trauma escondido, cobardía, incapacidad? Eso es para análisis de un psicólogo.

Los ciudadanos responsables siempre seremos respetuosos de las leyes y no debemos temerlas, porque las leyes son para los que las infrinjan. ¿Qué temeremos los ciudadanos honestos por las sanciones impuestas en las leyes, si somos respetuosos de las mismas y de las personas? Corolario: las leyes y las sanciones son para quienes están acostumbrados a burlarse de ellas y por parte de quienes se creen dueños de la verdad.

Falta sinceridad y un baño de honestidad para todos. Cuán dignificante sería que se rectifique y reconozcan los errores, cuánto tiempo precioso y recursos se ahorraría.
Ab. Fernando Coello Navarro M.Sc.

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