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El Telégrafo
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Estefanía Bravo y José Cobo alistan sus equipos antes de emprender sus descensos aéreos

El speed flying es el complemento de otros deportes extremos (VIDEO Y GALERÍA)

La quiteña Estefanía Bravo planea sobre el llano del volcán Casitagua, cercano a la Mitad del Mundo. A sus pies se observan las casas de Tilingón, un pueblo cercano a los picos de la zona, entre ellos el Pululahua. FOTO: ANDRÉS DARQUEA.
La quiteña Estefanía Bravo planea sobre el llano del volcán Casitagua, cercano a la Mitad del Mundo. A sus pies se observan las casas de Tilingón, un pueblo cercano a los picos de la zona, entre ellos el Pululahua. FOTO: ANDRÉS DARQUEA.
12 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Fanático

Luego de colocarse el casco, emprende carrera hacia el filo de la montaña. A los pocos pasos el ala se infla y ella, al borde del vacío, levanta los pies y se eleva. “¡Eso es Estefi!”, le grita su compañero, mientras alista su equipo.

Volar, esa sensación tan temida y tan deseada a la vez, es el hobby favorito de Estefanía ‘La Coneja’ Bravo y José ‘El Gringo’ Cobo, 2 exponentes del speed flying, una modalidad de parapentismo que consiste en utilizar cúpulas pequeñas para realizar vuelos rápidos. Subir a pie los 200 metros de desnivel de las faldas del volcán Casitagua, en San Antonio de Pichincha, al norte de Quito, es un ‘sacrificio’ que los 2 chicos efectúan gustosos cada vez que el tiempo se los permite.

El ascenso no es fácil, tramos pronunciados de planicie y tierra floja dificultan el camino. Llegar a la planicie de despegue toma entre 25 y 30 minutos. “Una vez que te lanzas solo piensas en hacerlo de nuevo”, dice Cobo, para quien el speed flying es el complemento ideal de otros deportes extremos como la escalada en roca, el montañismo y el esquí sobre nieve.

VIDEO

De hecho, ‘El Gringo’ aprendió a volar hace 2 años, después de un paseo a Boulder, Colorado (Estados Unidos), organizado para escalar. El viaje significó para él la oportunidad de seguir un curso de parapentismo y adquirir la cúpula. Fueron más de 2 semanas de aprendizaje, por las cuales pagó $ 1.500.

De vuelta al país, exploró algunos lugares y descubrió que en la zona de la Mitad del Mundo hay elevaciones ideales para realizar la actividad, como La Marca y el Casitagua. Tras eso quiso compartir su experiencia con algunos amigos, entre ellos ‘La Coneja’.

“Yo aprendí en julio de 2013 cuando fuimos a escalar La Esfinge en Perú. Después nos trasladamos a Paracas, donde hice mis primeros vuelos. Me falta mucho para ser una experta”, cuenta Estefanía.

Más rápido, más emocionante

- Tú sales primero Estefi, yo te sigo.

- Esperemos que el viento ayude.

- Una, dos, tres... ¡Correee!

Acelerada al máximo, sostenida de los controles del ala, Estefanía se impulsa con los pies y en cuestión de segundos su cuerpo flota en el aire. Tras varios giros, la joven desciende en la explanada que antecede al Casitagua. El turno es de José, su experiencia le permite rodear la montaña, con apenas 5 metros de separación de la tierra. El viaje es rápido, dura un minuto.

A diferencia de los parapentes convencionales, cuyas velas miden de 22 metros en adelante, las alas del speed flying van desde los 8 metros. Esto permite ir a mayores velocidades y liberar más adrenalina.

Con las velas pequeñas, un parapentista puede alcanzar velocidades promedio de 50 a 80 kilómetros por hora. Con las alas grandes el promedio es de 35 a 60 kilómetros por hora. “Lo recomendable es comenzar a bajas alturas y aumentar la dificultad conforme mejoren las habilidades”, aconseja Cobo, quien el 28 de marzo se arrojó desde el Chimborazo (6.268 metros), convirtiéndose en uno de los pocos en conseguir tal hazaña.

El speed flying nació a finales de los 70, los primeros en usarlo fueron los alpinistas franceses, quienes, equipados con esquís y parapentes, alternaban las 2 disciplinas. En cuanto a los precios, el de la vela oscila en $ 2.000, mientras que el arnés cuesta cerca de $ 500 y el casco, los $ 200. Rodilleras y guantes pueden añadirse a la dotación.

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